Familiares directos de los canguros, pero de tamaño mucho menor, las zarigüeyas son marsupiales que viven en el continente americano y que algunas personas eligen como mascotas. Conócelas en este artículo.
Características de las zarigüeyas
Las zarigüeyas miden entre 30 y 50 centímetros y pesan como máximo cinco kilos. Se destacan por ser muy rápidas, poseer un hocico largo y receptivo y vivir en las cercanías de los pueblos y ciudades. Esto se debe a que son animales que consumen todo tipo de comida: desechos, restos de animales muertos, frutas, insectos, gusanos, aves, roedores, cereales, gallinas… ¡Lo que encuentran!
Sus fuertes mandíbulas les permiten masticar hasta huesos y conchas de caracol. No le hacen diferencia a nada que se pueda ingerir.
Pueden utilizar cornisas, grietas, superficies rocosas, troncos de árboles o basureros para formar su madriguera. Otra de sus características inherentes es que pueden trepar y caminar entre las ramas para escapar del peligro.
La también conocida como ‘zorra mochilera’ vive hasta los ocho años de forma salvaje y es rechazada por las personas debido a su fea apariencia de largos bigotes, hocico largo, ojos pequeños, cola gruesa y con escamas y cuerpo rechoncho.
Reproducción de las zarigüeyas
Las hembras producen un olor muy fuerte y nauseabundo que les permite por un lado ahuyentar a los depredadores y por el otro atraer a los machos en la época de apareamiento.
El aparato sexual de las zarigüeyas es ‘especial’ ya que las hembras tienen una vagina bifurcada, dos úteros, dos cuellos uterinos y dos ovarios. Los machos cuentan con un pene de dos puntas que facilita la reproducción.
Tras la cópula, la gestación dura muy poco: tan solo dos semanas. Por ello pueden reproducirse hasta tres veces en un año y cada camada estar compuesta por 16 crías. Además de ser tan fecundos, comienzan su vida sexual activa a los 10 meses de vida.
Al igual que los canguros, los bebés de zarigüeya salen del vientre materno muy rápidamente y se colocan pegadas a los pezones en esa especie de ‘bolsa’ tan característica de los marsupiales. Solo aquellos cachorros que logran alimentarse sobreviven.
Las crías se mantienen guarecidas y con comida asegurada durante 50 días, periodo en el cual salen de la bolsa y se cuelgan de la espalda de su madre hasta que logran valerse por ellas mismas.
Técnicas de escape y defensa
Cuando pensamos en las zarigüeyas, también conocidas como didelfimorfos, automáticamente la relacionamos con un animal sucio, que propaga enfermedades y sobre todo que es peligroso. Sin embargo esto no es cierto; puede darnos un poco de susto por los alaridos que emite o su cara poco agraciada, pero no suele atacar a las personas.
Una de sus técnicas para ahuyentar a los depredadores es orinar y defecar para luego caminar sobre los desechos; otro método consiste en lanzar una orina muy fuerte e irritante que causa lesiones en la piel.
En ocasiones, las zarigüeyas pueden ‘hacerse las muertas’ con el fin de desorientar a los agresores: se quedan inmóviles largo rato y debido al estrés reducen al máximo los signos vitales y la sensibilidad. Abren levemente la boca para dejar escapar la lengua y entrecierran los ojos para estar muy atentos.
Cuando se dan cuenta de que no hay más peligro ni nadie las acorrala, vuelven en sí y continúan con su actividad. Lamentablemente esta actuación no les sirve para evitar ser devoradas por los pumas, lechuzas o culebras.