La carrera del salmón: un asombroso viaje

Salmón

La migración en animales salvajes es algo habitual entre múltiples especies, pero sin duda la migración del salmón es una de las más impresionantes, por su distancia y por el enorme esfuerzo que significa para los salmones.

Los salmones son capaces de vivir tanto en agua dulce como en agua salada, es decir, pueden vivir en los ríos o en los mares. Dentro de las diferentes curiosidades de los peces, pocos pueden cambiar su hábitat de esta forma.

Esto les permite abandonar el río donde nacieron cuando están preparados, que suele ocurrir al año de edad. Para ello sufren una serie de cambios conductuales y fisiológicos, además de un aumento de tamaño considerable. Así, emprenden entonces un viaje increíble en todos los sentidos.

Los salmones son capaces de vivir tanto en agua dulce como en agua salada, es decir, pueden vivir en los ríos o en los mares.

Un viaje de miles de kilómetros

Son varias las especies de salmón que recorren distancias de infarto. En el caso del salmón atlántico, los salmones nacidos en países tan dispares como España, Reino Unido o Estados Unidos viajan miles de kilómetros hasta los mares de Groenlandia.

A pesar de ello, es el río Yukón aquel que registra la migración más larga de salmón. El salmón real recorrerá más de 3 000 kilómetros desde el mar de Bering hasta el inicio del río.

Tras abandonar el río al año de edad, llegan al mar. Una vez en el océano, su dieta se compone de pequeños crustáceos e incluso llegan a comer otros peces, como la caballa o el arenque, con un peso que se sitúa en torno tres kilos, aunque algunos llegan a los seis kilos tras el segundo invierno. De hecho, se han dado casos de ejemplares de nueve kilos.

El difícil retorno del salmón

A los dos o tres años, ha llegado el momento de desovar. Los machos adquieren colores brillantes, indicando a las hembras que ya están preparados. 

Durante el retorno, los salmones son capaces de volver a su río de origen, pues reconocen los afluentes y rápidos donde se criaron; y aún se desconocen todas las variables que afectan a esta increíble habilidad. Por desgracia, parece que el cambio climático está afectando a esta capacidad, lo que provoca que los salmones se desorienten y vayan a otros ríos, lo que supone una de sus principales amenazas.

Oso cazando salmones

Existen varias teorías sobre su gran sentido de la orientación, algunas de las cuales hablan de señales químicas y olfativas que puede percibir. Otras postulan la influencia de los campos magnéticos, que algunos animales son capaces de percibir para guiarse.

Una vez llegan a su destino las hembras realizarán huecos en el lecho del río, donde depositarán los huevos a modo de nido, pues son animales ovíparos. Después, el macho fecunda los huevos, y tras algo más de un mes se produce la eclosión.

El viaje del salmón, un viaje agridulce

Por desgracia, la intervención humana y el deterioro ecológico han hecho que no siempre sea posible volver a su lugar de origen. Un ejemplo es la construcción de presas, que impide a los salmones remontar el río, por lo que en este caso los salmones se extravían y colonizan nuevos sitios.

En otros casos, el resto de animales se aprovechan del esfuerzo del salmón. Un ejemplo es el oso de Alaska, una de las más icónicas especies de osos, que durante las fechas de la migración se colocan en las caídas de agua de los ríos para esperar los impresionantes saltos de los salmones y así atraparlos en el aire.

Aún así, la migración es agotadora, y un enorme porcentaje de salmones solo vivirá una vez esta aventura, pues mueren tras desovar los huevos. Solo en algunas especies, como el salmón atlántico, es común la supervivencia.

Esto es debido a que estos peces no se alimentan durante el viaje, al realizar la migración a expensas de todas las reservas que han acumulado e incluso de sus propios tejidos musculares.

La migración es agotadora, y un enorme porcentaje de salmones solo vivirá una vez esta aventura, muriendo tras desovar.

 

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