Y sí. Lo hizo otra vez. Levantó su pata y orinó la ídem de tu mesa favorita. O cruzó la calle sin que tú se lo hubieras ordenado. O te rompió el par de medias nuevo que justo ibas a ponerte. Tu adorado perrito está colmando tu paciencia. Y si encima has tenido un mal día en el trabajo, perdiste el tren o te peleaste con la cajera del supermercado, esta frutilla del postre que añade tu mascota te pone al borde de un ataque de estrés.
De un plumazo se borran todos los gratificantes y divertidos momentos que pasaron juntos y haces esfuerzos sobrehumanos para no zamarrearlo y gritarle: ¿Por qué has tenido que hacerme esto una vez más?
Lo cierto es que intentar no salirte de quicio en situaciones como estas es casi un arte. Es más, deberían dictarse cursos que ilustren sobre el arte de no enfadarse con el perro. ¿Cómo lograrlo? Existe una regla que tendríamos que aplicar en diferentes circunstancias: Aprender a ponerse en el lugar del otro. A los humanos a veces nos cuesta entender que los demás midan las cosas con una vara distinta a la nuestra. Y si el otro encima es un can… Puede ser difícil el proceso que debas hacer para entender que tu perro es eso, un perro, y que va a actuar como tal. Y que, por más que tú lo trates como humano, va a seguir respondiéndote como lo que es.
Algunas ideas para no enfadarse con el perro
Si ya tomaste aire y estás más tranquilo, es hora de que empieces a preguntarte el grado de culpa y responsabilidad que tienes tú en las conductas de tu mascota que tanto te irritan. Deberías plantearte, en principio, si lo estás educando de forma correcta. Por ejemplo: ¿Tienes siempre presente que a quien le quieres enseñar algunas normas básicas de conducta tiene cuatro patas, una cola y es peludo? Entonces:
- Intenta cambiar la perspectiva y ten en cuenta que no puedes encarar su adiestramiento con lógica y recursos humanos.
- Debes tratar de comprender los mecanismos de aprendizaje de tu can, sus patrones de conducta y, una vez que lo logres, encarar su educación con estos nuevos parámetros.
- Tampoco sirve que empieces a actuar como perro. Sigues siendo humano.
- Recuerda que debes ser persistente en su entrenamiento. Ve paso a paso. Y siempre con una palabra de afecto y una caricia ante cada avance que logre.
- Ten presente que será mucho mejor si el proceso de instrucción se desarrolla de forma amena. Evita convertirlo en una experiencia traumática para los dos. Deja afuera los gritos y los enojos. Solo lograrás bloquear a tu mascota y hacer que todo sea más difícil de conseguir.
- Salvo que lo encuentres in fraganti haciendo algo incorrecto, no lo regañes. Tu mascota no puede relacionar un reto actual con una acción pasada.
- Si –a pesar de todos tus esfuerzos– las cosas siguen sin dar resultado, no intentes nunca el camino violento. No pegues a tu mascota. Solo lograrás que se sienta intimidado y te tenga miedo.
- Intenta relativizar las situaciones. Lo que en el momento parece terrible luego no lo es tanto. En vez de enojarte, sigue buscándole la vuelta.
Mejor una sonrisa
Un reciente estudio realizado por el Instituto de Investigación Messerli, dependiente de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena (Austria), llegó a la conclusión de que los perros pueden distinguir entre rostros humanos felices y enojados. Se trata de la primera evidencia sólida de que un animal logra discriminar las emociones faciales de otra especie. Y no solo eso: pueden asociar una cara sonriente a un significado positivo y una enfadada a uno negativo.
Ahora que los científicos te confirman esto que quizá ya intuías, ¿no es mejor una sonrisa para intentar que tu perro corrija algunos de sus comportamientos?
Entonces: paciencia y comprensión, sobre todo. Recuerda que no enfadarnos –en todos los órdenes– debería ser una regla que tendríamos que aprender a cumplir para hacer más llevadera y feliz nuestra vida y la de los seres que nos rodean, incluidas las mascotas.