Los anfibios son uno de los animales más peculiares que existen en el mundo, ya que su cuerpo tiende a mantenerse húmedo en casi cualquier momento del día. Si bien es cierto que la mayoría de estos organismos no son tan “bonitos”, su rol en el ecosistema es fundamental para el equilibrio natural. Entre los anfibios conocidos se encuentra el sapo común, un espécimen poco agraciado pero resistente.
No es el anfibio más bonito ni el que más fama tiene, pero el sapo común es un gran aliado de los jardineros a lo largo de toda Europa y parte de Asia. Este animal ayuda a controlar las plagas de los jardines y huertos, y no es en absoluto peligroso para el ser humano. Sigue leyendo este espacio y conoce más sobre la especie.
Características del sapo común
El sapo común (Bufo bufo) es un anfibio de piel arrugada. Pueden aparecer en varios colores: los más frecuentes son verde y marrón, aunque en algunas zonas existen sapos grisáceos. Tienen los ojos de color amarillo y las pupilas horizontales.
En cuanto a tamaño, el sapo común tiene un ligero dimorfismo sexual: las hembras son un poco más grandes que los machos. Los ejemplares masculinos suelen crecer hasta alcanzar los ocho centímetros de largo, mientras que las hembras alcanzan los 13 centímetros; en algunos casos especiales, incluso los 15 centímetros. Por el resto, machos y hembras son iguales.
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Tienen el cuerpo rechoncho y achaparrado. Las patas son anchas, aunque son más fuertes las traseras, ya que se desplaza dando pequeños saltos al impulsarse con estas. En las patas delanteras tienen cuatro dedos, mientras que en las traseras tienen cinco, unidas entre sí mediante membranas, para ayudarles a nadar el poco tiempo que pasan en el agua.
La cabeza es corta y ancha, y no tiene cuello. El hocico es corto y ancho, y no tiene dientes dentro de la boca. Para defenderse de sus depredadores tiene unas glándulas venenosas en la piel, pero este veneno es tan poco potente que no es perjudicial para el ser humano. De hecho, estas toxinas son conocidas como bufogeninas y bufotoxinas por el nombre científico de la especie.
Otro rasgo característico de esta especie son las conocidas verrugas puntiagudas que cubren su cuerpo. Es por ello que los sapos poseen una apariencia granulosa y poco agradable que ha ocasionado el repudio de la sociedad.
Comportamiento
El sapo común tiende a mantenerse oculto bajo piedras o refugios en la tierra cavados por sí mismo, puesto que así protege la humedad de su piel sin problemas. Debido a esto, su patrón de actividad suele ser crepuscular o nocturno, aunque todo depende de las condiciones ambientales. Por ejemplo, durante el invierno prefiere quedarse enterrado bajo la tierra para evitar congelarse con las temperaturas frías.
Cuando deciden salir de sus escondites, los sapos comunes se caracterizan por moverse con pequeños saltos esporádicos a lo largo de su hábitat. De hecho, no necesitan desplazarse a grandes velocidades gracias a las toxinas que producen, ya que cualquier depredador que lo ataque se llevaría una sorpresa desagradable.
Si se llegan a sentir amenazados, los ejemplares inflan su cuerpo y secretan sus toxinas para intentar disuadir el ataque. Aparte de que el veneno tiene un sabor desagradable, algunos componentes también emiten olores pestilentes que ahuyentan a los agresores.
Hábitat del sapo común
El sapo común es uno de los anfibios más abundantes en Europa: se distribuye por todo el continente, a excepción de algunas islas mediterráneas, Irlanda o Islandia. Además de Europa, vive en la parte norte de Asia que pertenece a Rusia y el norte de África.
Es un animal resistente que puede sobrevivir en casi toda clase de ecosistemas: se les puede ver en los bosques, en las praderas, en zonas húmedas e incluso en zonas urbanizadas. Para reproducirse necesita un cuerpo de agua, ya que sus huevos se deshidratan con facilidad y las crías que nacen no son capaces de respirar aire.
Reproducción
La reproducción del sapo común se lleva a cabo durante los meses de enero y marzo. En esta época del año, la temperatura es más cálida y la humedad ambiental se eleva, lo cual es perfecto para los huevos de esta especie. Además, la mayoría de los ejemplares regresa a las zonas en donde nacieron, pues suelen ser los sitios más propicios para la incubación de sus crías.
Eclosión y metamorfosis
Se les llama renacuajos al primer estadio de vida (crías) de los sapos. Estos son muy diferentes de los adultos, pues su morfología se asemeja más a la de un pez. Conforme crecen y se alimentan, pasan por un proceso denominado metamorfosis con el que adquieren extremidades y toman la verdadera apariencia de un sapo.
Cuando los renacuajos terminan la metamorfosis, se vuelven un poco más independientes del agua. Esto se debe a que los nuevos sapos obtienen la capacidad de respirar aire, lo que les permite tener hábitos terrestres.
El único problema es que su piel aún es muy delicada y necesita cierta cantidad de humedad en el ambiente. Por eso, es más frecuente encontrarlos en zonas con lagos, embalses, ríos o charcas; aunque también pueden aparecer en zonas alejadas del agua.
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Alimentación del sapo común
La dieta del sapo común se basa en insectos y puede llegar a ser muy variada: hormigas, mosquitos, saltamontes, arañas… Son poco exigentes con su alimento y se conforman con lo que encuentren para comer.
El sapo es un animal cazador, pero no emplea demasiada energía en ello: su técnica maestra consiste en quedarse quieto y esperar a que sus presas pasen tan cerca que pueda alcanzarlas. Por esta razón, son grandes aliados de los jardineros: los sapos se encargan de controlar las plagas que haya presentes en ese momento.
Estos anfibios son nocturnos: durante el día es difícil verlos porque se esconden para descansar. Con la caída de la noche, y en la hora de mayor actividad de casi todos los insectos que forman parte de su dieta, se desplazan por los campos, bosques o jardines en busca de alimento.
El sapo común es un anfibio discreto, que no destaca por su belleza ni por su gracilidad; sin embargo, es un gran aliado ecológico de los cultivos y los jardines. Son animales longevos y pacientes que han conseguido conquistar casi todos los ecosistemas.
Bibliografía
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