¿A qué se refieren los ganaderos cuando hablan de la tristeza bovina?

El hecho de hablar de tristeza bovina lleva a equivocación a muchos, pues es común pensar que se refiere a una sensación o sentimiento del animal. En realidad, es algo mucho más complejo.
¿A qué se refieren los ganaderos cuando hablan de la tristeza bovina?
Érica Terrón González

Escrito y verificado por la veterinaria Érica Terrón González.

Última actualización: 30 junio, 2022

«Tristeza bovina» es la forma coloquial para referirse a un grupo de enfermedades que afectan con asiduidad al ganado vacuno. Se trata de un síndrome provocado por dos microorganismos muy diferentes: un parásito y una bacteria. Ambos son trasmitidos por la picadura de un insecto, por lo que se tratan de enfermedades vectoriales.

Los síntomas provocan en el animal un estado de apatía e indiferencia permanentes. Las vacas pierden el interés por sus compañeras y el medio que las rodea debido al malestar general. Ahí está la dificultad de la enfermedad: la clave está en darse cuenta de que ese mal llamado tristeza es un estado patológico.

La tristeza bovina, una dolencia que no pueden seguir pasando desapercibida

El término hace referencia a dos enfermedades, si bien estas comparten varias características. En concreto, los ganaderos que hablan de este síndrome están describiendo la babesiosis y anaplasmosis bovina, cuyos agentes causales son los siguientes:

  • Parásitos microscópicos del género Babesia.
  • Bacterias gram-negativas (Anaplasma marginale).
Vacas pastando en el campo.

La importancia creciente de las enfermedades vectoriales

La incidencia de las enfermedades transmitidas por vectores no deja de aumentar, tanto en animales como en humanos. Es el caso de la mayoría de patologías estacionales, entre ellas las que nos competen en estas líneas.

La «tristeza bovina» es trasmitida por picaduras de un artrópodo conocido como garrapata común de los bovinos (Rhipicephalus microplus). También se han descrito casos donde en la transmisión participan otros insectos hematófagos, como tábanos o mosquitos.

Tan solo en Argentina, se calcula que alrededor de 22 600 000 bovinos podrían estar expuestos a este grupo de enfermedades. Esto significa casi un 35 % del ganado nacional del país, por lo que podría significar una gran pérdida económica para la zona.

¿Quiénes suelen sufrir esta «tristeza bovina»?

Lo cierto es que todo tipo de bovinos sufren esta enfermedad, pero la gravedad de los síntomas depende de factores como la edad del animal. Los terneros jóvenes con menos de 12 meses suelen padecer infecciones leves con baja mortalidad.

Por otro lado, animales mayores de 2 años pueden mostrar mortalidades variables entre el 20 % y el 50 %. De esta manera, no será tanto una enfermedad grave entre terneros, sino más bien entre el ganado adulto.

Los síntomas que dan nombre a tan particular enfermedad

Las vacas que sufren infecciones por Babesia o Anaplasma no muestran síntomas demasiado específicos. Más bien son los propios de cualquier enfermedad debilitante, como fiebre, inapetencia, depresión o debilidad.

En las vacas en lactación se aprecia una rápida caída de la producción láctea, lo cual avisa al ganadero de que algo no va bien. Sin embargo, en el vacuno de carne la enfermedad no suele detectarse hasta que el animal afectado está demasiado débil.

La razón de que aparezcan estos síntomas es la destrucción de los glóbulos rojos, al ser invadidos por cualquiera de los microorganismos mencionados. Esto provoca una anemia hemolítica —por la rotura de dichas células— que genera el constante deterioro del estado de salud del animal.

Por eso las vacas parecen tristes: las orejas están caídas, el semblante deprimido y se van quedando fuera del grupo.

¿Cómo se diagnostica?

Al no haber ningún síntoma específico, es necesario un diagnóstico diferencial con otras muchas patologías de los bóvidos. Por ejemplo, con la leptospirosis, el botulismo o el carbunclo bacteridiano. Aun así, pueden existir ciertas sospechas cuando se observan los vectores entre el rebaño.

La única evidencia clínica para confirmar el diagnóstico de la «tristeza» es la observación directa de los microorganismos responsables de la enfermedad. Mediante determinados análisis se puede llegar a ver a Babesia spp. o a Anaplasma spp. dentro de los glóbulos rojos del animal enfermo.

El paso final será realizar las pruebas serológicas correspondientes para detectar los antígenos o el material genético del microorganismo patógeno. De hecho, así se podrá diferenciar sin posibilidad de equivocación entre uno y otro agente para proceder a tratarlo.

¿Cómo actúan los patógenos que ocasionan la «tristeza bovina»?

En el caso de la babesiosis, los parásitos ingresan al torrente sanguíneo y comienzan a invadir los eritrocitos del huésped. Una vez dentro, se alimentan de los recursos intracelulares para crecer y reproducirse, lo que ocasiona la ruptura del eritrocito y la liberación de más patógenos en el cuerpo. Esto genera una deficiencia de oxigenación en los órganos y produce la debilidad típica de la tristeza bovina.

Por el contrario, la bacteria que ocasiona la anaplasmosis se encarga de invadir los glóbulos blancos (leucocitos) del huésped. En consecuencia, se provoca serias afectaciones en el sistema inmunitario del organismo, lo que abre la posibilidad de infecciones secundarias. Además, la presencia de estas bacterias también genera diferentes daños en los órganos internos.

La «tristeza bovina» ¿tiene tratamiento?

Como la mayoría de enfermedades infecciosas, si se coge a tiempo se pueden controlar los síntomas. Para ello, primero hay que saber con seguridad cuál es el organismo causante de los síntomas en ese animal:

  • Para el tratamiento específico de la babesiosis se utilizan fármacos antiparasitarios, específicos contra estos protozoos.
  • Para el tratamiento de la anaplasmosis se emplean las tetraciclinas, que son fármacos antimicrobianos.

El problema de ambas patologías es que, si el diagnóstico no llega a tiempo, el deterioro suele ser irreversible. Por eso, sin duda la mejor recomendación es el uso de vacunas.

La vacunación del ganado frente a las babesiosis y anaplasmosis

Se suelen usar vacunas que contienen glóbulos rojos de vacas infectadas con un patógeno al cual se le ha reducido la virulencia. Son aplicadas cada año a los bóvidos de 4 a 10 meses de edad que procedan de establecimientos donde habitualmente existan casos clínicos.

También es conveniente vacunar a los nacidos en zonas libres de garrapatas y que se van a trasladar a lugares donde sí puede haberlas. Sin embargo, están contraindicadas en animales adultos por si la virulencia se pudiese revertir. Así pues, la vacuna solo se utiliza en casos muy concretos y bajo condiciones muy bien controladas.

Una vaca a punto de ser vacunada.

La «tristeza bovina» es un verdadero reto para la ganadería sudamericana

Los países del área tropical y subtropical de América latina hablan de ella como uno de sus mayores obstáculos para sacar adelante al ganado. Las numerosas pérdidas de producción de leche y carne, los altos costes del tratamiento o vacuna y la elevada mortalidad de la tristeza bovina no dan tregua alguna a los ganaderos.

Fruto del cambio climático, esta y otras enfermedades vectoriales no hacen más que avanzar hacia las regiones templadas.

Como se puede ver, la tristeza bovina no es una patología simple que pueda pasarse por alto, pues su impacto podría ocasionar serias consecuencias económicas. Por ello, la mayoría de los ganaderos tienden a mantener un control preciso de las condiciones de salud, sobre todo en las zonas donde esta enfermedad es más frecuente. De lo contrario, se podrían enfrentar a la pérdida completa de su ganado.


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