Cónidos: los caracoles más venenosos del mundo

La familia de los cónidos agrupa cientos de especies de caracoles que poseen potentes toxinas. Estas conotoxinas, que al animal le sirven en la defensa y el ataque, a los humanos nos obsequian con un arsenal de compuestos de uso terapéutico.

Un cónido en el fondo marino.

Los cónidos (Conidae) son una familia de moluscos gasterópodos, conocidos vulgarmente como conos. A la fecha, se han descrito más de 700 especies diferentes, que habitan desde antiguas épocas en todos los mares tropicales y subtropicales del planeta.

Estas criaturas son populares por sus conchas, bellamente estampadas, y por sus poderosos venenos.

Los cónidos son peligrosamente bellos

Es interesante conocer que estos moluscos son carnívoros, y que, para atrapar a su presa, hacen uso de un órgano venenoso. Este consiste en un diente en forma de arpón nutrido por la glándula que produce el veneno, de potencia suficiente para paralizar presas, normalmente otros moluscos, gusanos y peces pequeños.

En la familia de los cónidos, existen especies como Conus geographus, Conus aulicus, Conus textile, Conus marmoreus, o Conus leopardus, con venenos tan potentes que pueden causar la muerte de una persona. Es importante resaltar que cada especie de caracol cono produce un veneno diferente.

Cada veneno es resultado de una mezcla de cientos a miles toxinas individuales, denominadas conotoxinas.

A pesar de la reconocida lentitud de los caracoles, los cónidos pueden disparar su probóscide muy rápidamente, logrando paralizar y engullir una presa del mismo tamaño de su caparazón o aún más grande. Existen estudios que han establecido que estas criaturas pueden alterar selectivamente la composición del veneno, para adaptarla a cada presa.

Los cónidos poseen potentes venenos.

Los cónidos como fuente potencial de compuestos medicinales

Vista la exquisita selectividad del veneno de los cónidos, desde hace décadas existe la intención de explotar estos compuestos naturales para desarrollar fármacos.

Las conotoxinas se utilizan como herramientas farmacológicas para estudiar la señalización del dolor, pues tienen el potencial de convertirse en una nueva clase de analgésicos. A medida que la ciencia avanza en métodos más sofisticados de análisis, el estudio de los venenos de los cónidos se hace más prometedor.

En los últimos años, se ha progresado  en el descubrimiento de muchas nuevas secuencias de conotoxinas de interés terapéutico. Sin embargo, la síntesis y la caracterización farmacológica han sido comparativamente más lentas.

La perspectiva en este campo de investigación es alentadora, pues se estima que existen 70,000 conotoxinas diferentes en la totalidad de todas las especies de los cónidos, y menos del 1 % de los péptidos que las componen se han caracterizado.

La historia de éxito del veneno del  Conus geographus

Es interesante conocer que a partir del estudio del veneno del Conus geographus se lograron identificar pequeñas proteínas o péptidos con actividad de antagonistas de los receptores nicotínicos de acetilcolina.

Estas conotoxinas son las que actúan paralizando las presas del caracol. Otra conotoxina actúa sobre receptores denominados NMDA. Este receptor en humanos está involucrado con la percepción del dolor, la memoria y el aprendizaje.

A partir de esos estudios, surgió el péptido Con-G, un analgésico potente más selectivo que la morfina. Si consideramos que el dolor es una de las principales causas de discapacidad en el mundo, podemos apreciar el valor de estos hallazgos.

  • El péptido Con-G ha resultado efectivo para tratar el dolor neuropático crónico. Este dolor usualmente lo sufren pacientes de cáncer, artritis, herpes zóster, diabetes y SIDA.

El uso de estos péptidos no se limita al tratamiento médico. Dada su exquisita especificidad, las conotoxinas pueden ser útiles para dilucidar cómo funciona la biología detrás del dolor.

Un cono sobre la arena.

Otras conotoxinas que induce trance en las presas de los cónidos son análogos de la insulina

Un reciente estudio determinó que el veneno de C. geographus contiene insulinas especializadas, que designaron “Con-Ins”. La actividad de estas toxinas es clave en la estrategia de cacería de esta especie y, potencialmente, de otros cónidos.

Los autores comprobaron que el contenido de péptidos análogos de insulina de C. geographus liberados en el agua inducían hipoglicemia. Las insulinas del veneno no necesariamente resultan en la muerte de la presas, sino en su sedación y desorientación que permiten que el caracol las engulla sin resistencia.

Finalmente, la evidencia de péptidos similares a insulina en venenos de otras especies de cónidos apuntan hacia un papel general de estas toxinas como estrategia para la captura de presas.

Bibliografía

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  • Jin, A., Muttenthaler, M., Dutertre, S., Himaya, S.W.A., Kaas, Q., Craik, DJ., Lewis,RL., Alewood, PF. (2019). Conotoxins: Chemistry and Biology. Chemical Reviews DOI: 10.1021/acs.chemrev.9b00207
  • Hall, M. (2011). "Conus geographus" (On-line), Animal Diversity Web. Accessed May 19, 2020 at https://animaldiversity.org/accounts/Conus_geographus/
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