Los mecanismos de defensa de los animales presa pueden llegar a ser sorprendentes (cuando no mortales). Es el caso de los anfibios venenosos, cuya mejor arma son las poderosas toxinas que segregan por su piel.
Si quieres conocer algunos de estos anfibios, en este artículo tienes una lista selecta con los más peligrosos. Además, muchos de ellos utilizan el aposematismo para advertir de su toxicidad, por lo que también tienen un aspecto llamativo y, para muchos, hermoso. No te lo pierdas.
¿Tóxicos o venenosos?
Antes de nada, hay que hacer un apunte sobre los anfibios venenosos. Aunque en algunas lenguas (como el español) se usan las palabras tóxico y venenoso como sinónimos, en otras se hace distinción entre ellas.
Si bien es cierto que ambos términos son correctos para referirse a un organismo que contiene sustancias químicas que pueden resultar dañinas para otro ser vivo, se pueden hacer matices más concretos. Por ello, a continuación te mostramos las diferencias entre tóxico y venenoso:
- La toxina es la unidad y el veneno la combinación de toxinas: el veneno está compuesto por una o varias toxinas. Normalmente, las toxinas son péptidos formados por varios aminoácidos que se unen mediante enlaces peptídicos y dan lugar a una proteína.
- Los animales venenosos atacan, pero los tóxicos no: para considerar venenoso a un animal de forma estricta, este debería contar con algún mecanismo para inocular las toxinas, como los colmillos de las serpientes. Las ranas venenosas, por el contrario, contienen el veneno, pero no lo inoculan a voluntad.
- Los animales tóxicos avisan, los venenosos pasan desapercibidos: el término aposematismo hace referencia a una manera pasiva de advertir toxicidad a través de colores llamativos. Los animales venenosos, por el contrario, se esconden y se camuflan para pillar desprevenidas a sus presas, pues suelen ser depredadores.
7 tipos de anfibios venenosos
Aunque muchos de ellos puedan ser mortales, lo cierto es que el veneno es la última arma para los anfibios que encontrarás a continuación. Antes de intoxicar a su depredador, lo advierten a través de colores llamativos o vocalizaciones. Cuando el veneno actúa, el anfibio ya ha sido devorado y solo evita que otros de su especie sean depredados en el futuro.
1. Ranas dardo (Dendrobates)
Las ranas más tóxicas del neotrópico son las del género Dendrobates. Sus colores saturados y brillantes advierten de las diferentes neurotoxinas que segrega su piel. También se las conoce como ranas dardo, pues los aborígenes que viven en las selvas ecuatoriales untan sus flechas y dardos en ellas para cazar.
Cuando el veneno de estas ranas (compuesto por batracotoxinas) entra en el flujo sanguíneo, produce una parálisis progresiva de los músculos del cuerpo. Al llegar a los pulmones, las toxinas provocan una parada respiratoria y muerte.
Muchas especies de dendrobates se mantienen en cautiverio. Como obtienen las toxinas de su alimentación, en el entorno doméstico no son tóxicas.
2. Tritón vientre de fuego (Hypselotriton orientalis)
Endémico de zonas húmedas de China y Japón, este anfibio segrega una toxina a través de la piel que consigue que sus depredadores lo suelten antes de tragárselo, pues tiene muy mal sabor. La forma que tiene este tritón de advertir de su veneno es ponerse panza arriba, pues su vientre es de un llamativo color rojo anaranjado y funciona como señal de peligro.
3. Sapo americano (Anaxyrus americanus)
Típico de gran parte de la geografía norteamericana, este sapo puede llegar a vivir hasta 30 años. Aunque su color no es llamativo, sí que segrega un veneno compuesto por bufotoxinas mediante las glándulas parotoides, situadas a ambos lados de su cabeza.
Las bufotoxinas no suelen llegar a ser mortales, pero producen irritación de las mucosas y salivación excesiva. No obstante, si se ingiere demasiada cantidad del compuesto, es posible que se produzca la muerte por depresión del sistema nervioso.
4. Gallipato (Pleurodeles waltl)
El gallipato es el mayor anfibio urodelo de Europa. Su método de defensa es, cuanto menos, peculiar: cuando se siente amenazado, saca sus costillas a través de la piel. Además de la dermis, estos huesos también atraviesan unas glándulas venenosas, quedando impregnados de toxinas.
Gracias a la gran capacidad de regeneración del gallipato, la piel se repara en cuestión de días después de rajarla con sus costillas.
5. Rana corroboree (Pseudophryne corroboree)
Otro de los anfibios venenosos de esta lista es la rana corroboree, nativa de las áreas subalpinas de Australia. En lugar de sintetizar toxinas a partir de los insectos que consume (como las dendrobates), produce sus propios alcaloides tóxicos.
Estas pequeñas ranas no se reproducen hasta los 4 años de edad e hibernan durante los inviernos. Esto, unido a que tienen un único y corto periodo reproductivo al año, las ha situado en peligro crítico de extinción. Se achaca su disminución poblacional al turismo, la contaminación y la expansión del hongo quitridio.
6. Salamandra común (Salamandra salamandra)
La salamandra es un anfibio común en Europa. Su piel segrega una toxina irritante al contacto gracias a la presencia de las glándulas parotoides en su dorso, tal y como ocurre en algunos sapos citados. Al igual que otras especies de urodelos, este veneno tiene la finalidad de provocar un sabor desagradable en la boca de sus depredadores, lo que hace que la suelten.
Algunas fuentes defienden que este urodelo es capaz de eyectar su veneno hasta 2 metros de distancia en casos excepcionales.
7. Sapo alucinógeno (Bufo alvarius)
El Bufo alvarius es un anfibio semiacuático que vive en el desierto de Sonora, México. Sus glándulas cutáneas contienen más de una decena de compuestos triptamínicos, entre ellos la bufotenina y la 5-MeO-DMT (5-metoxi-dimetiltriptamina). Estas 2 últimas son potentes sustancias psicodélicas.
Llamado la molécula de Dios, este veneno se usa en rituales chamánicos para provocar viajes espirituales. Estos trances duran entre 15 y 20 minutos y pueden producir alucinaciones, taquicardias, pérdida del conocimiento y, en ocasiones, muerte.
Un mundo de toxinas
A modo de conclusión, te parecerá curioso saber que también los depredadores de estos anfibios han desarrollado técnicas para cazarlos sin peligro. La nutria y el visón, por ejemplo, retiran la piel antes de comerse el resto del cuerpo de las ranas y los sapos.
En Australia existe una rata acuática que abre a las ranas venenosas con cuidado para consumir su corazón y su hígado, los únicos órganos libres de su toxina.
Lo que está claro es que, aunque peligroso, el mundo de los venenos es fascinante. De todas formas, siempre es mejor estudiarlo sobre el papel, así que ten cuidado con los colores vivos en la naturaleza y no te acerques demasiado a los anfibios con tonos llamativos.
Bibliografía
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