Si vives en un medio rural o te gusta salir al campo por la noche, seguro que alguna vez has visto un sapo rechoncho andando de forma pausada por algún camino o esperando a que pase un insecto cerca de una fuente de luz. Estos anfibios son seres muy simpáticos e inofensivos, pero causan reticencia en la población general por su aspecto. ¿Sabes si los sapos son venenosos?
Los sapos han suscitado una serie de mitos e ideas erróneas que no se encuentran fundamentados en una base científica: que escupen a los viandantes, que pisar a uno es motivo de contagio y muerte, que si los tocas te salen verrugas y muchas cosas más. De todas formas, su supuesta capacidad de producir veneno sí tiene cierto sentido. Si quieres saber más, sigue leyendo.
¿Qué son los sapos?
Los sapos son anfibios, o lo que es lo mismo, pertenecen a la clase Amphibia. Este grupo de vertebrados contiene unas 8000 especies divididas en diversos taxones: ranas, sapos, tritones, salamandras, cecilias y otros menos conocidos (como los necturos). De todas formas, el 90 % de los representantes de este grupo son ranas.
Los anfibios se caracterizan por su relación estrecha con los ambientes acuáticos. Al presentar unos pulmones muy arcaicos en sus fases adultas, algunas especies dentro de este grupo deben realizar hasta el 100 % de la absorción de oxígeno por la piel. Su epidermis está altamente vascularizada y es muy permeable a la entrada y salida de gases. Por ello, tiene que estar constantemente hidratada.
A nivel taxonómico, distinguir entre “sapo” y “rana” tiene poco sentido. Se suele decir que los sapos tienen el cuerpo más rechoncho, más rugoso y que se encuentran menos vinculados al agua, pero siempre existen excepciones a esta regla. Si queremos referirnos a los sapos en el sentido estricto de la palabra, tendríamos que hacer referencia a especies solo de la familia Bufonidae.
Los bufónidos o “sapos clásicos” engloban a 35 géneros diferentes, siendo Bufo el más conocido de todos. Este último género cuenta con 17 especies distintas, entre las que se encuentran las más comunes y famosas en la población general: Bufo bufo, Bufo spinosus y Bufo japonicus son solo algunas de ellas.
Los sapos pasan por una fase larvaria al salir del huevo en forma de renacuajos. Estos no poseen pulmones y respiran por las branquias bajo el agua.
¿Son los sapos venenosos?
Ahora que ya conoces algo más acerca de la biología de los bufónidos, estamos preparados para abordar la cuestión que aquí nos atañe. Aunque te sorprenda, podemos afirmar en primera instancia que los sapos sí son venenosos, aunque quizá el término que más se ajustaría a su potencial peligroso sería tóxico.
Todos los miembros de la familia Bufonidae presentan unas glándulas parotoides detrás de los ojos, en la zona dorsal. Este conglomerado glandular se encarga de sintetizar una sustancia blanca y lechosa rica en alcaloides, conocidos de forma colectiva como bufotoxinas. Su efecto es neurotóxico y sirven para la defensa ante depredadores. Las bufotoxinas se agrupan en 2 tipos:
- Bufadienólidos: un grupo de compuestos químicos con estructura esteroide. En las concentraciones adecuadas, pueden causar bloqueo auriculoventricular, bradicardia y taquicardia ventricular.
- Sustancias relacionadas con las triptaminas: la bufotenina es el ejemplo más importante en este grupo. El sapo de Colorado es el anfibio que la produce con más concentración, hasta el punto de presentar una cualidad psicoactiva recreacional.
Por todas estas razones, si un ser humano chupa un sapo puede vivir una experiencia muy desagradable. Las toxinas per se no causarán la muerte, pero sí que harán pasar un mal trago a cualquier depredador que intente ingerir un ejemplar. Sin ir más lejos, algunos sapos pueden provocar cuadros clínicos serios en perros, con convulsiones, salivación y arritmias características.
En contra de lo que se suele creer, manipular a un sapo con las manos desnudas no provoca la aparición de verrugas. De todas formas, en caso de que sea necesario hacerlo, se recomienda lavarse las manos muy bien tras la manipulación o directamente ponerse guantes antes.
Si te llevas las manos a la boca o a los ojos tras tocar a un sapo, te llevarás una experiencia muy desagradable y fomentarás infecciones indeseadas.
¿Venenoso o tóxico?
En inglés, se realiza de forma muy común la distinción entre los términos poisonous (tóxico) y venomous (venenoso). En el sentido estricto, solo los animales capaces de inocular sus toxinas son venenosos. Así, en este grupo se englobarían a las serpientes (colmillos), los escorpiones (aguijón), las arañas (quelíceros) y otros animales con estructuras de ataque y defensa especiales.
Por otro lado, los animales tóxicos son aquellos que producen toxinas, pero que carecen de la capacidad para inyectárselas a un depredador o una presa. Con base en esta lógica, lo más correcto sería decir que los sapos son tóxicos y no venenosos. Sintetizan bufotoxinas, pero no las inoculan ni las escupen. Su efecto nocivo solo se hace evidente si un depredador intenta comérselos.
Los sapos no son peligrosos
En este punto, huelga decir que los sapos no son peligrosos para el ser humano, por lo que su persecución en algunas zonas del mundo está completamente injustificada. Si se dejan tranquilos y se manipulan con cuidado en caso de necesidad, no existe riesgo alguno de intoxicarse o sufrir efectos secundarios.
Por desgracia, los sapos y el resto de representantes de este grupo están pasando por su peor momento en lo que a conservación se refiere. Según la Lista Roja de la IUCN, el 41 % de los anfibios están en peligro de extinción. El cambio climático ya amenaza a estos maravillosos animales: respetémoslos y cuidemos sus ambientes para que no desaparezcan de forma irreversible.
Bibliografía
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