El pez betta (Betta splendens) es un organismo con alta demanda en los acuarios debido a las aletas y los colores vistosos que presenta. Aunado a ello, estos peces son fáciles de mantener en los tanques caseros, por lo que son muy recomendados para los que se inician en la acuariofilia. Sin embargo, no todo es perfecto: el pez betta suele ser agresivo, lo cual constituye un rasgo problemático de la especie.
Aunque no lo parezca, el comportamiento es una característica adaptativa de los organismos, por lo que existe una razón detrás de la hostilidad de esta especie. Sigue leyendo para conocer por qué el pez betta es agresivo.
¿Cómo es un pez betta en vida libre?
El cuerpo de los betta alcanza un tamaño aproximado de 6 centímetros de largo y portan unas aletas caudales, anales y pélvicas bastante grandes. La coloración natural de estos peces muestra una fusión verde-marrón con puntos y rayas brillantes. Asimismo, el dimorfismo sexual es evidente: los machos son más resplandecientes, mientras que las hembras exhiben tallas más grandes.
El nombre científico de esta especie es Betta splendens y se trata de un miembro de la familia Osphronemidae que es capaz de vivir en aguas con poco oxígeno. Para lograrlo, desarrolló un órgano especial conocido como laberinto, el cual le permite tomar oxígeno aéreo. Cuando el agua es de mala calidad, los bettas boquean en la superficie y respiran.
Gracias a esto, los bettas pueden resistir en los cuerpos de agua en malas condiciones con exceso de vegetación y materia orgánica.
¿Para qué sirve ser agresivo?
El comportamiento agresivo tiene un rol importante en la naturaleza, pues hace más que solo cuidar la integridad del individuo. Este mecanismo también permite obtener pareja, mantener el estatus social o defender a la progenie de todo peligro. Visto de otra forma, la hostilidad es una aptitud del organismo que exhibe la capacidad que tiene para ser exitoso en su medio.
Ante los ojos de la selección natural, un animal es exitoso cuando es capaz de sobrevivir y explotar todos los recursos de su ambiente. Es decir, no solo cuenta la habilidad para mantenerse con vida, sino la destreza que se tiene para obtener alimento, conseguir pareja y proteger a la descendencia.
Gracias a la agresividad, los organismos más aptos son seleccionados y tienen mayores beneficios para solventar sus necesidades. Asimismo, esto también implica que los “mejores genes” son los que pasan a las siguientes generaciones, lo cual favorece el proceso evolutivo de la especie en general.
El comportamiento agresivo del pez betta
Esta especie suele ser social cuando convive con otros peces en el acuario y solo muestra un comportamiento agresivo ante sus congéneres. Esta situación es evidente cuando se encuentran dos ejemplares del mismo género, pero la conducta es más marcada en los machos que en las hembras.
Cuando un betta macho se encuentra con otro, ambos comienzan un tipo de ritual con el que tratan de amenazar a su competidor. Para empezar, los ejemplares muestran el largo de sus aletas, extendiéndolas en todo su esplendor como signo de superioridad. Esto lo hacen para demostrar quién es el más grande y atemorizar al rival.
Si lo anterior no funciona y ambos mantienen sus intenciones de luchar, continúan con el despliegue de sus branquias, lo que incrementa su aspecto amenazante. Cuando ninguno de los dos desiste, los machos proceden a pelear entre sí con el objetivo de matar a su oponente (en el peor de los casos). Al final, pierde la batalla el individuo que se retire o muera en el proceso.
¿Por qué el pez betta es agresivo?
El pez betta es agresivo debido a que disputa un rango social en su entorno natural, lo que le permite acaparar alimentos y tener acceso a las hembras. Aunque suene extraño, esto es muy importante para la especie, puesto que sin estos recursos los ejemplares serían incapaces de reproducirse y dejar descendencia.
Estos peces tienen la capacidad de recordar los rangos y de detectar a los ejemplares dominantes a simple vista. Este mecanismo de reconocimiento les sirve para evitar que los conflictos terminen en peleas. Una lucha física entre los ejemplares conlleva más pérdidas que ganancias, puesto que las heridas pueden ser graves para los dos.
De hecho, tan solo mantener las aletas extendidas conlleva un gasto energético muy alto, por lo que las batallas son aún más costosas para los machos. Debido a esto, la tendencia es que los peces betta solo se amedrenten un poco para eludir a toda costa la pelea.
En un acuario la distancia es reducida, por lo que a pesar de que los peces intenten evitarlo, es casi seguro que el conflicto termine en una fatalidad.
Como podrás darte cuenta, la conducta agresiva representa un rasgo que beneficia a la adaptación de las especies. A pesar de que no lo parezca, los comportamientos animales son otra herramienta evolutiva más (y no solo actitudes aleatorias sin sentido). Esta idea coincide con lo que el genetista Dobzhansky afirmó en 1973: “nada tiene sentido en biología, si no es bajo la luz de la evolución”.
Bibliografía
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