La ecología del miedo es un novedoso concepto que cambia muchas cosas sobre cómo vemos las interacciones depredador-presa. Sorprendentemente, mucha de la capacidad de regulación de los depredadores sobre las presas no reside en la depredación en sí, sino en otros fenómenos.
En la naturaleza, todo se basa en sobrevivir lo suficiente para dejar descendencia e impronta genética. Sigue leyendo, pues aquí te explicaremos en qué consiste la ecología del miedo y qué implicaciones tiene.
Depredadores y presas, una relación compleja
Desde hace décadas, los biólogos consideran que, para que un ecosistema esté sano, es imprescindible la presencia de depredadores. Sin ellos, los consumidores primarios (herbívoros) pueden descontrolarse y desequilibrar toda la cadena trófica. Este efecto de los depredadores sobre los consumidores se conoce como cascada trófica o efecto top down.
La cascada trófica es sencillamente la capacidad que tienen los depredadores de controlar las poblaciones de presas. Al hacerlo, estos reducen la presión de los herbívoros sobre las plantas y permiten que las redes tróficas sean estables y duraderas.
Desde siempre, este efecto de los depredadores sobre el ecosistema se consideraba que provenía de la depredación propiamente dicha: los carnívoros cazan herbívoros y, a lo largo del tiempo, reducen su población.
Sin embargo, estudios recientes demuestran que los carnívoros tienen un profundo impacto psicológico sobre sus presas, que las hace comportarse de manera diferente. Esto es lo que se conoce como ecología del miedo.
El miedo: más relevante en la naturaleza de lo que parece
La ecología del miedo se refiere a todas aquellas propiedades del ecosistema modeladas por el miedo de los herbívoros a sus depredadores. Aunque a priori no parezca tan importante, lo cierto es que el miedo a ser depredado es importante en estos animales.
Cuando Charles Darwin visitó las Galápagos en sus viajes de investigación, descubrió con sorpresa cómo los pájaros no huían cuando se aproximaba a observarlos. Las aves de estas islas no estaban acostumbradas a la presencia humana y no lo identificaron como un potencial predador. Esto es lo contrario a lo que suele ocurrir.
Los animales se comportan de manera diferente cuando hay depredadores en su zona: están más alerta, más nerviosos y menos relajados. Cuando se eliminan a los grandes depredadores de un ecosistema, se promueve indirectamente que los herbívoros se relajen y se muevan poco, por lo que ejercen mucha presión sobre las plantas que consumen.
Los alces que temían a los lobos: una historia de la ecología del miedo
Así pues, algunos estudios han arrojado algo de luz respecto a este tema. Uno de los más conocidos es el del comportamiento del alce tras la reintroducción del lobo en Yellowstone en los años noventa.
El parque Nacional de Yellowstone —en EE.UU— no tenía lobos desde comienzos del siglo XX. Al desaparecer, la población de alces, un gran herbívoro, se había multiplicado. Esto tenía graves consecuencias sobre las plantas y arbustos del parque, que se encontraban muy degradados por las grandes manadas de alces.
Cuando se introdujeron a los lobos de nuevo, se esperaba que redujesen la cantidad de alces por depredación. La sorpresa llegó cuando vieron que no fue el número de alces lo que había cambiado, sino su comportamiento: los alces tenían miedo de los lobos.
Los estudios demostraron que, con la presencia del lobo, los alces se movían más, comían menos del mismo sitio y estaban más alerta en sitios donde había depredadores que pusieran en peligro su vida —y la de su descendencia—.
Esta ecología del miedo hacía que los alces redujesen su presión en las mismas zonas de hierba. Así, se permitía indirectamente que las plantas se recuperasen con facilidad de la herbivoría, lo que mejoraba la funcionalidad del ecosistema.
De los lobos a los tiburones: así funciona la ecología del miedo
Si bien estos ejemplos de ecología terrestre se han estudiado con facilidad en tierra firme, lo cierto es que esta teoría se ha probado también en el mar, aunque es una tarea más difícil. Te contamos un ejemplo.
El dugongo es un mamífero marino de gran tamaño —parecido al manatí— que habita las aguas costeras del océano Índico. Se alimenta de plantas acuáticas de aguas poco profundas, así que puede agotarlas rápidamente allá donde su número poblacional es abundante.
Algunos estudios han demostrado que los dugongos temen a los tiburones de la misma forma que los alces a los lobos. Allá donde los tiburones son abundantes, los dugongos evitan la zona. Esto permite a las praderas marinas y a las comunidades que dependen de las mismas recuperarse con rapidez de la presión de este mamífero.
Así pues, como puedes comprobar, la ecología del miedo no es más que los efectos en el comportamiento de las presas que los depredadores ejercen, que se ha demostrado como clave para regular los equilibrios de los ecosistemas. Por ello, podemos afirmar que tan importante es el efecto de depredación como el miedo ejercido por los depredadores en los equilibrios ecológicos.
Bibliografía
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Zanette, L. Y., & Clinchy, M. (2019). Ecology of fear. Current biology, 29(9), R309-R313. Geere, D. (2017, 4 octubre). Sharks and wolves share «ecology of fear». WIRED UK. https://www.wired.co.uk/article/sharks-wolves-ecology-of-fear Eisenberg, C., & Eisenberg, C. (2010, 13 agosto). Living in a Landscape of Fear: How Predators Impact an Ecosystem. Scientific American. https://www.scientificamerican.com/article/predators-create-landscape-of-fear/