Las salamandras son anfibios bellos y curiosos, pero se han ganado una mala fama muy poco merecida en la cultura de diversas regiones rurales. Durante la Edad Media, se creía que este animal vivía en el fuego y que era presagio de malas prácticas, pues los alquimistas lo utilizaban con fines dudosos. En esta época también se afirmaba que las salamandras eran venenosas.
Isidoro de Sevilla, un eclesiástico católico erudita hispano de la época visigoda, sostuvo durante su vida (allá por el año 600 d. C.) que las salamandras resistían al fuego y que eran capaces de contaminar con su veneno un pozo entero o un árbol frutal. ¿Cuánto de cierto tiene esta creencia? Aquí la ponemos a prueba.
¿Qué son las salamandras?
Antes de sumergirnos en la capacidad venenosa (o la ausencia de ella) de las salamandras, es necesario conocerlas un poco de forma somera. En primer lugar, es necesario destacar que son anfibios del clado Caudata. Se diferencian de las ranas y sapos por la presencia de una cola en la fase adulta, pero tienen muchas más características propias.
Todas las salamandras presentan un cuerpo cilíndrico, una cabeza aplanada, unos ojos notables y una boca muy grande en comparación con el resto de su cabeza. También portan 4 extremidades locomotoras y, además, el número de dedos es diferente según la sección del animal: las patas anteriores cuentan con 4 dígitos, mientras que las traseras portan 5.
Las salamandras tienen tamaños muy dispares. Una de las especies más pequeñas es Thorius arboreus (con 2 centímetros máximos), mientras que la más grande registrada hasta ahora es Andrias davidianus, con una media de 1,2 metros de envergadura.
Más allá de su descripción física, cabe destacar que todas las salamandras pertenecen al clado Caudata, pero no todos los caudados son salamandras. En las siguientes líneas nos vamos a centrar solo en la familia Salamandridae, en específico en la salamandra europea (Salamandra salamandra).
¿Por qué la salamandra europea?
La salamandra común o europea (Salamandra salamandra) es la especie que más se ha estigmatizado a nivel cultural, ya que es la especie que estaba en contacto con las poblaciones españolas durante épocas regidas por la iglesia católica. Como existía la creencia de que estos anfibios eran resistentes al fuego, se consideraban un símbolo diabólico y de condena.
Debido a la creencia de que las salamandras eran venenosas y a su supuesta capacidad ignífuga, esta especie se ha vinculado de forma histórica con rituales alejados de la religión. Incluso, su nombre común en inglés (fire salamander) viene derivado de creencias mitológicas pasadas.
Las salamandras no son inmunes al fuego. Es más, necesitan humedad constante para poder respirar por la piel.
¿Son las salamandras venenosas?
Algunas creencias sobre la salamandra no están fundamentadas, pero su capacidad venenosa sí tiene mucho de cierto. Por sorprendente que parezca, las salamandras comunes son capaces de secretar un compuesto denominado salamandrina que posee un efecto neurotóxico. Esta sustancia es similar a las bufotoxinas producidas por varias especies de sapos.
Su capacidad tóxica radica en las glándulas parotoides, unas estructuras con forma de riñón que se sitúan detrás de los ojos. En momentos de peligro, la salamandra es capaz de sintetizar la sustancia lechosa alcalina que contiene la toxina citada, lo cual hace que los depredadores la dejen en paz de inmediato.
Tal y como indica el portal profesional Vertebrados Ibéricos, ante una amenaza la salamandra adopta posturas peculiares relacionadas con su capacidad tóxica. Si se acerca un mamífero o ave hostil, estira las patas y agacha la cabeza mostrando sus glándulas. En casos esporádicos puede llegar a lanzar el veneno hasta a 2 metros de distancia.
A pesar de sus métodos de defensa, las salamandras son depredadas por erizos, tejones, jabalíes, ratas y algunas especies de culebra. Además, cabe destacar que la toxina no es lo suficientemente potente para acabar con un ser humano, mucho menos para contaminar una fuente de agua entera o el ambiente que les rodea.
¡No me toques!
¿Alguna vez te has preguntado por qué las salamandras tienen unos colores tan bellos? La respuesta es sencilla ahora que sabes que son venenosas: sus tonalidades disruptivas son una señal honesta de peligrosidad, pues con ellas avisan a los depredadores de que pueden hacer mucho daño de forma pasiva.
Este fenómeno biológico se conoce como aposematismo. Otros animales (como las avispas, las ranas dendrobates y los pulpos de anillos azules) también lo presentan, pero la premisa es siempre la misma: “si mis colores son chillones ni te acerques, pues soy peligroso”.
¿Qué hacer si te encuentras una salamandra?
Las salamandras son venenosas hasta cierto punto, pero esto no significa que haya que atacarlas. Nunca van a producir las toxinas si no se sienten amenazadas y, en todo caso, no suponen un peligro real para el ser humano. Si las aprecias desde lejos y no las molestas, la convivencia es más que segura.
En caso de que tengas que manipular a uno de estos anfibios por cualquier razón, ponte unos guantes y manéjalo con cuidado. También puedes cogerlo con tus manos desnudas, pero lávatelas bien después y no te las lleves a la boca o a los ojos (esto causa mucho picor). Si no son molestados en exceso, estos bellos caudados son de todo menos peligrosos.
Bibliografía
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- Salamandra salamandra, interacción entre especies, Vertebrados Ibéricos. Recogido a 16 de septiembre en http://www.vertebradosibericos.org/anfibios/interaccion/salsalin.html
- SOS anfibios, ecologistas en acción. Recogido a 16 de septiembre en https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/adjuntos-spip/pdf/expo-sos-anfibios.pdf