¿Por qué algunas madres animales se comen a sus hijos?

Pensar en comernos a nuestros hijos es algo imposible de asimilar, pero no todos los animales pueden permitirse las pérdidas que supone la paternidad en ciertos momentos.

El zorro rojo es uno de los mejores padres del reino animal.

Concebir que las madres se comen a sus hijos es una idea impensable para cualquier ser humano. El tabú del canibalismo está escrito en nuestros genes y el infanticidio es uno de los peores crímenes que se nos pueden ocurrir en la sociedad actual.

Pero ¿qué objetivo adaptativo tiene esto en la naturaleza? Lo más lógico para un humano sería pensar en la perpetuación de los genes, pues si no hay descendencia, la especie se extingue. Por tanto, la idea de comernos a nuestros hijos nos parece un acto como poco autodestructivo, pero no siempre nuestro patrón es el único por el que se puede cortar.

La eficacia evolutiva del canibalismo

Parece lógico pensar que lo mejor para perpetuar una especie es tener el mayor número de hijos posible. Sin embargo, esta reflexión se hace desde un contexto mental en el que se tienen recursos suficientes para mantenerlos, así como un refugio seguro y una pareja que ayude en la crianza. En el caso de los animales, esto no siempre se cumple.

Mientras que los humanos tenemos descendencia de uno en uno —a veces más, pero no números exageradamente grandes—, otros animales pueden llegar a tener camadas de más de diez crías. Además, en la naturaleza estos tienen que defenderse de depredadores e incluso, a veces, las oportunidades de reproducirse son limitadas y el tiempo apremia. 

Cuando se da alguno de estos casos, que todas crías sobrevivan contra viento y marea puede llegar a suponer la muerte del progenitor y, por tanto, de la camada. Muchas veces, lo más óptimo para la supervivencia de la especie es reducir o abandonar una camada para asegurar que en el futuro se puedan tener más.

Madres que se comen a sus hijos.

Por qué las madres se comen a sus hijos

Ya hemos visto que para algunas especies es complicado mantener a su descendencia. Esto ha sido largamente estudiado debido a la sorpresa que suscita y, como muestra de este fascinante fenómeno, aquí te presentamos las tres teorías principales que lo explican con algunos ejemplos curiosos.

1. Los hámsters y el control de la camada

La historia de que las madres hámster y otros roedores se comen a sus crías es bastante popular. Puede parecer algo destructivo, pero pensémoslo de esta manera: las hámsters hembras pueden llegar a tener camadas de hasta diez crías.

Los recursos que esa madre necesita para mantener a diez crías —energía, producción de leche y búsqueda de comida, entre otros muchos— pueden llegar a comprometer su supervivencia o la de la propia camada. Esto no beneficia de ningún modo a ambos componentes involucrados.

De hecho, en experimentos hechos en cautividad, al modificar el número de crías artificialmente, la conducta de las madres cambiaba. Si se les retiran crías a las progenitoras, el canibalismo cesa; por el contrario, si se añaden más crías a la camada, se puede ver que las madres se comen a sus hijos.

La explicación que dieron a esto es que la madre resolvía dos problemas al mismo tiempo: por un lado, obtenía nutrientes y energía con ese canibalismo. En segundo lugar, la progenitora reducía la camada. Esto aumenta las probabilidades de supervivencia de los descendientes restantes.

2. La descendencia como recurso de emergencia

Muchas veces, buscando el porqué de que las madres se comen a sus hijos encontramos una cierta proyección hacia el futuro. Cuando hay un nido que no se puede abandonar y un depredador ataca, muchas veces la opción más adaptativa es abandonarlo y esperar a poder criar otra camada en el futuro.

Un buen ejemplo de esto es la mabuya (Lacerta mabouya), un reptil originario de las Antillas. Cuando otro animal ataca su nido tratando de depredar sus huevos, la hembra se los come antes que este. De esta forma, cuando las madres se comen a sus hijos evitan que el depredador alcance su objetivo y aprovechan la energía para volver a reproducirse.

3. No solo las madres se comen a sus hijos

En el mundo marino también encontramos ejemplos de progenitores que se comen a sus hijos —en esta ocasión los padres—. Es el curioso caso del gobio de arena (Pomatoschistus minutus), quien, después de fecundar los huevos de varias hembras, se queda al cuidado de los mismos hasta que eclosionan.

El problema viene cuando alguno de los huevos tarda demasiado en eclosionar. Como el macho no abandona el nido hasta que todas las crías hayan salido del huevo, en ocasiones este se los come para poder proseguir la búsqueda de nuevos nidos que fecundar.

Un gobio de arena.

Como conclusión, hemos visto la importancia de mantener un equilibro en los costes de la crianza, pues de lo contrario podrían perderse tanto las camadas como los padres. Una vez más, vamos deshaciendo concepciones que nos alejan de la comprensión de los demás seres vivos que nos rodean.

Bibliografía

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Luis, J. A., Carmona, A., & Cárdenas, R. (2002). Las bases biológicas del comportamiento materno de los roedores. Cienciaoctubre-diciembre. https://amc.mx/revistaciencia/images/revista/53_4/roedores.pdf Trujillo García, M. (2018, 14 marzo). Item 1001/944 | Repositorio CIBNOR. Repositorio CIBNOR. https://cibnor.repositorioinstitucional.mx/jspui/handle/1001/944
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