Comportamiento agonístico: definición y ejemplos

La agresión es uno de los temas más estudiados tanto en humanos como en animales, pero ¿para qué sirve? Existe un mecanismo evolutivo claro que justifica este comportamiento en la naturaleza.

Un ejemplo de comportamiento agonístico en el lobo.

La agresividad está presente en las vidas de todos los animales, ya sea de forma física o indirecta. En etología, cualquier conducta social de lucha se denomina comportamiento agonístico y, aunque no lo parezca, tiene una función indispensable para la supervivencia.

Los humanos hemos ideado una serie de medidas para controlar el comportamiento de los individuos sin tener que recurrir a la agresividad. Por contrario a lo que pueda parecer, los animales también tienen mecanismos de evitación de la lucha, pero estos se vuelven necesarios en contextos muy concretos. Aquí te contamos qué funciones cumplen.

¿Qué es el comportamiento agonístico?

Se puede definir el comportamiento agonístico como aquel que va destinado a dañar a otro animal. Aquí se incluyen también las conductas de control de la agresividad, aunque no sean físicas per se.

Según el etólogo Konrad Lorenz, este comportamiento agonístico puede clasificarse en dos direcciones:

  • Intraespecífico: es una agresión dirigida a individuos de la misma especie. Aquí encontramos, por ejemplo, los comportamientos de dominancia, competencia por la comida y también por las parejas sexuales.
  • Interespecífico: aquí la agresión se dirige hacia miembros de otras especies, como conductas de depredación, defensa o competencia por los recursos y el territorio.

Sin embargo, los comportamientos agonísticos no tienen por qué suponer una agresión directa. Muchas veces, el enfrentamiento entre individuos del grupo puede derivar en su disolución, por lo que las amenazas y otras técnicas suelen ser las primeras muestras de comportamiento agonístico antes de dar paso a lo físico.

Un lagarto verde enfadado.

Algunos ejemplos de comportamiento agonístico

Como hemos dicho, estos comportamientos no se reducen a la mera agresión. A continuación encontrarás algunos ejemplos que te darán una idea clara de qué funciones tiene esta forma de actuar en la naturaleza.

Defensa del territorio

En lugares donde conviven diferentes especies o diferentes miembros solitarios de la misma, las conductas agonísticas son imprescindibles para asegurar el acceso a recursos para la supervivencia.

El mero hecho de pertenecer a un grupo ya incrementa las posibilidades de hacerse con un territorio. Se ha documentado que ciertas especies de pájaros vigilan menos y comen más a medida que el grupo aumenta, ya que el riesgo individual de ser depredados es mucho menor.

Otro ejemplo es el de ciertas especies de primates, como los monos capuchinos (cebus apella) que, gracias a su numerosidad y a la gran extensión de terreno que recorren para buscar comida, son una competencia seria para otras especies frugívoras.

La conducta agonística de agruparse ante una amenaza da una clara señal de que lo más inteligente sería moverse de emplazamiento.

Competencia por los recursos

Competir con otras especies por un recurso para la supervivencia suele traducirse en comportamientos agonísticos como la territorialidad. Sin embargo, cuando los individuos son del mismo grupo, estos comportamientos suelen ir más encaminados a compartir el recurso.

Por ejemplo, un simio que está en poder de un trozo de comida desplegará una serie de comportamientos agonísticos —como señas o vocalizaciones— que indican que hay peligro de una agresión física. Curiosamente, este abanico de conductas está destinado a suscitar respuestas de sumisión, no de ataque, que a su vez traen posibilidades de compartir esa comida.

Jerarquía

El despliegue de conductas de dominancia tiene infinidad de funciones, tanto sociales como de otros ámbitos, como son la competencia por los recursos o la búsqueda de pareja.

El tamaño, el sexo o la edad son factores que determinan la forma de organizar las jerarquías. Por ejemplo, un comportamiento agonístico de un pájaro grande hacia uno pequeño de la misma bandada dará lugar a una conducta de sumisión, pero en la otra dirección podría suscitar una pelea.

Dos perros agresivos en una lucha.

No todo es agredirse

En la especie humana está claro que las conductas agonísticas abarcar un número casi incontable de comportamientos. Pero, por extraño que pueda parecer, una vez nos acercamos al complejo mundo de la comunicación animal, estas señales a veces no son tan distintas a las nuestras.

Una vez más, podemos concluir que las barreras entre especies son más finas de lo que se pensaba en un principio. ¿Hasta dónde llegarán las respuestas de los seres vivos?

Bibliografía

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Carranza, J. (2010). ETOLOGÍA Introducción a la Ciencia del Comportamiento. Universidad de Extremadura. Lorenz, K. (2016). Sobre la agresión (1a ed.). Ediciones Akal.
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