Los perros y otros muchos mamíferos poseen un órgano llamado vesícula biliar. Esta se localiza debajo del hígado, normalmente entre algunos de sus lóbulos. En ocasiones, algunos individuos pueden desarrollar unas estructuras sólidas dentro del órgano —que complican su actividad— y estas se conocen como cálculos biliares en perros.
La vesícula biliar es la encargada de producir y almacenar la bilis, que solo se expulsará cuando el animal ingiera comida. Su función es la de digerir ciertos componentes grasos y proteicos de los alimentos, sobre todo cuando el perro ingiere carne y grasa. En las siguientes líneas, hablaremos de por qué se producen los cálculos y cómo solucionarlo.
Causas de cálculos biliares en perros
Cuando un perro desarrolla cálculos en la vesícula biliar, tiene lugar un cuadro clínico que se conoce como colelitiasis. Estos cálculos o colelitos están formados por bilirrubina, oxalatos, colesterol o calcio. Los 2 últimos son los que más comúnmente se desarrollan en perros.
Los cálculos se clasifican según su localización en primarios o secundarios y, también, en base a su apariencia y composición —como pigmentados o de colesterol—. Al igual que existen varios tipos, puede encontrarse diversas causas.
Las causas más comunes del desarrollo de cálculos biliares en perros son la deshidratación, infecciones de la propia vesícula y estasis biliar, es decir, obstrucción del conducto por donde fluye la bilis desde la vesícula hasta el intestino delgado. A su vez, esta obstrucción o reducción de flujo de bilis puede deberse a otras causas como tumores, inflamaciones o parásitos.
En general, aunque la gran mayoría de colelitos se forman en la propia vesícula, muchos viajan a través del conducto hasta que no pueden seguir continuando y quedan atascados. Es en este momento cuando pueden aparecer ciertos signos clínicos en los perros.
Signos clínicos de la colelitiasis en perros
En primer lugar, debemos destacar que esta enfermedad es muy rara en perros y, si aparece, suele ser en animales mayores de 2 años. De forma habitual, el diagnóstico de esta patología suele darse por accidente, ya que rara vez el perro desarrolla signos clínicos evidentes.
Gracias a las ecografías y radiografías rutinarias como parte del chequeo veterinario anual —sobre todo en perros mayores— se ha incrementado el diagnóstico de esta enfermedad. Los perros que suelen desarrollar síntomas son aquellos que pertenecen a razas pequeñas o bien los de edad muy avanzada. Los signos clínicos más comunes son los siguientes:
- Dolor abdominal y resistencia a la palpación: el perro muestra síntomas de molestia cuando le tocan la barriga o bien permanece en un postura sentada para evitar aplastar el vientre.
- Vómitos.
- Pérdida de apetito o anorexia.
- Fiebre.
- Sensación de molestia tras ingerir alimentos: después de comer, el perro comienza a deambular, está inquieto y cambia constantemente de postura.
- Ictericia o coloración amarilla de la piel y las mucosas.
En casos más severos, cuando la enfermedad está muy avanzada y la obstrucción es total, pueden aparecer de signos neurológicos debido a la acumulación de toxinas. Entre ellos, destacan los siguientes:
- Convulsiones.
- Ataxia o incoordinación motora.
- Desorientación.
Esta enfermedad puede producir alteraciones en los componentes de la sangre, que se evidencian en una analítica de rutina. Si sustancias como la bilirrubina sérica o las enzimas hepáticas están alteradas, puede ser compatible con una enfermedad biliar. Por ello, lo que suele hacerse es una radiografía abdominal donde, si hay cálculos, estos se evidenciarán.
Tratamiento de los cálculos biliares en perros
El tratamiento de la colelitiasis en perros es multifactorial. No se aplica un único medicamento, sino un conjunto de fármacos, suplementos vitamínicos y, en ocasiones, cirugía.
De forma general, suele aplicarse un tratamiento de antibióticos de amplio espectro y otros fármacos que acidifican el contenido de la vesícula biliar, con el fin de deshacer los cálculos. Además, suelen usarse suplementos de vitamina E, por sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.
El tratamiento quirúrgico queda reservado para aquellos animales que padezcan una obstrucción total del conducto que une la vesícula con el duodeno. Estos canes requieren una desobstrucción rápida y eficaz.
Como vemos, este tipo de enfermedades —que solo dan la cara cuando el problema es serio— evidencian la importancia de las visitas regulares al veterinario. Además, en perros con edades algo más avanzadas, se refleja la necesidad de realizar pruebas de imagen para prevenir ciertas patologías o diagnosticarlas a tiempo.
Bibliografía
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