La amigdalitis en perros es una afección muy común cuando comienzan los meses de frío (otoño-invierno). Esta enfermedad, también conocida como anginas, coincide a nivel etiológico con el cuadro que podemos sufrir los humanos por esta época. Aunque no es una patología mortal, produce un gran malestar en el animal y puede causar infecciones secundarias derivadas, por lo que es importante tratarla.
Los síntomas, además, son bastante genéricos y se presentan de la misma forma que los de otras muchas enfermedades del tracto respiratorio. En este artículo te ayudamos a reconocerlos con rapidez para que puedas llevar a tu can a la clínica lo antes posible. No te lo pierdas.
¿Qué es la amigdalitis en perros?
Las amígdalas palatinas son 2 estructuras redondeadas que se alojan a ambos lados de la orofaringe de los animales que las portan. Están formadas por tejido linfático y cumplen un papel en la defensa del organismo, ya que contienen células inmunitarias que impiden la entrada de patógenos a través de la boca.
El término amigdalitis responde a la inflamación de las amígdalas, las cuales aumentan de tamaño y se enrojecen tras ciertos estímulos, pudiendo llegar a dificultar la deglución o la respiración del animal. Esta enfermedad tiene 3 presentaciones:
- Primaria: la amigdalitis se presenta por sí sola, es decir, sin un trastorno previo que la provoque.
- Secundaria: la inflamación de las amígdalas es fruto de una dolencia anterior, como la faringitis o una infección en la boca del perro.
- Crónica: algunos canes presentan amigdalitis de forma continua o recurrente. Esto sucede principalmente en razas braquiocefálicas, como el pug o el bulldog francés. Este cuadro dificulta aún más la respiración de estas razas, que ya de por sí tienen paladares atípicos y hocicos achatados.
Causas de la enfermedad
Son varias las causas que pueden desencadenar una inflamación de las amígdalas en el perro. Por lo general las responsables suelen ser infecciones bacterianas o víricas propias de los cambios de estación, pero también es posible encontrar una amigdalitis en perros por otras razones. Listamos las siguientes:
- Cuerpos extraños alojados en la amígdala: la incrustación de fibras vegetales, como las espigas, es una causa común de amigdalitis cuando estas se quedan clavadas en la garganta. El perro entra en contacto con ellas al comérselas o al aspirar aire de forma violenta por la boca.
- Irritación de la boca o la garganta: otras enfermedades o el contacto con sustancias químicas irritantes (humo de tabaco, químicos y tóxicos) también pueden llegar a inflamar las amígdalas.
Síntomas de la amigdalitis en perros
Al comienzo de la enfermedad es posible que el perro no muestre síntomas o que estos sean ocasionales. No obstante, si la inflamación no baja por sí sola acabarás por ver los siguientes signos:
- Arcadas.
- Tos.
- Falta de apetito: el perro no quiere comer por el dolor de la inflamación, por lo que bajará de peso.
- Vómitos: normalmente los causa la tos y se componen de flemas, mocos, bilis y material no digerido.
- Tragado excesivo: el perro traga a menudo, aunque no esté comiendo.
- Respiración ruidosa.
- Apatía.
- Hipersalivación: salivación excesiva sin un estímulo que la justifique.
Como ves, estos son síntomas bastante inespecíficos y que responden a otros muchos trastornos del sistema respiratorio. Además, las amígdalas del perro están ocultas en los huecos de la orofaringe, por lo que te será difícil verlas y registrar su hinchazón. Por eso lo mejor es acudir al veterinario, pues solo él tiene los medios y conocimientos necesarios para hacer un correcto diagnóstico.
Diagnóstico de la amigdalitis en perros
El diagnóstico de la amigdalitis en perros se hace a través de la observación directa de la boca. El veterinario podrá observar con el instrumental adecuado lo inflamadas que están las amígdalas, si el can tiene algún cuerpo extraño en la boca o si se han desarrollado placas de pus sobre los tejidos implicados.
Se palparán los ganglios submandibulares y la garganta del can para comprobar si la inflamación se ha extendido.
Para descartar posibles tumores en las amígdalas, es posible que los profesionales realicen una biopsia con el fin de analizar el tejido. También es una buena ocasión para detectar otras enfermedades que pueda estar padeciendo el perro al mismo tiempo —o que estén causando la amigdalitis—.
Tratamiento de la amigdalitis en perros
El tratamiento dependerá de la gravedad de la amigdalitis. Para una inflamación leve bastará con antiinflamatorios y reposo. Si hay signos de infección bacteriana, se recetará también el consumo controlado de antibióticos. Sigue la pauta veterinaria de forma estricta, pues parar el tratamiento antes de tiempo puede hacer que la infección vuelva con más fuerza.
Si la amigdalitis es secundaria a otro trastorno, se deberá implementar un tratamiento para la condición subyacente.
Por otro lado, los perros que padezcan esta dolencia de forma crónica seguramente deberán pasar por el quirófano para una extracción de las amígdalas. No es lo más recomendable debido a su función inmunitaria, pero en el caso de perros braquiocefálicos puede que no quede más remedio que operar para aumentar el espacio bucofaríngeo.
Prevención de la amigdalitis
Si estás pensando en cómo puedes prevenir esta enfermedad, desgraciadamente no siempre es posible. Los virus y las bacterias estacionales suelen tener algún efecto sobre la población canina en cuanto cambia el tiempo. Por suerte, esta no es una afección grave en sí misma. No te quedará más remedio que aplicar el tratamiento y esperar a que se le pase el cuadro a tu mascota, pero no te preocupes.
La amigdalitis vírica suele ser más leve que la bacteriana. No debe tratarse con antibióticos, ya que estos fármacos solo sirven para acabar con bacterias (pero no con virus).
Mantener la salud general del animal en un punto óptimo siempre es un factor de protección frente al contagio, además de ayudar en la recuperación. Por eso, asegúrate de abrigar a tu can si es muy friolero y dale una dieta equilibrada, sobre todo en los meses más fríos del año. Con esos 2 consejos debería ser suficiente para que una amigdalitis no se convierta en algo peligroso.
Bibliografía
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