Los zorros suelen ser vistos como una presencia poco amigable en los campos productivos y granjas familiares. Además de consumir los residuos orgánicos que producimos, también pueden atacar a mascotas, canes de pastoreo y al propio ganado. Pero ¿es realmente peligroso el zorro o son quizás sus hábitos naturales los que resultan perjudiciales a la ganadería?
Hombres y zorros: una convivencia histórica y compleja
La convivencia entre hombre y zorro es tan real que incluso se ha plasmado en diversas representaciones artísticas y culturales durante siglos. En algunos países, hasta hoy su nombre es un adjetivo que suele designar astucia y picardía. ¿Quién olvidaría el famoso caballero negro Don Diego de la Vega o simplemente ‘El Zorro’?
Otro ejemplo bastante fantasioso lo podemos apreciar en la película animada de Disney ‘El zorro y el sabueso‘, estrenada en 1981. En la historia, una anciana salva a un cachorro de zorro que había quedado huérfano y lo cría hasta su edad adulta, cuando ya podría vivir en libertad.
Una presencia mundial
Aunque no hayan sido registradas historias verosímiles de una convivencia tan hogareña, nuestra relación con estos cánidos salvajes ha sido siempre cercana. De hecho, el encuentro era inevitable, pues los zorros estaban presentes en abundancia en todos los continentes, con excepción obvia de la Antártida.
Las tierras donde se establecieron los primeros asentamientos rurales eran ocupados por diversas especies autóctonas, entre ellas los zorros. Cuando nuestros antepasados empezaron a desarrollar sus cultivos, estos animales vieron invadido su hábitat natural.
Fuera por curiosidad o por la posibilidad de comida ‘fácil’, animales como los zorros se animaron a acercarse a los humanos. Como resultado de este acercamiento, no era difícil encontrar muertos otros animales como perros pastores o de compañía y, por supuesto, también ganado ovino y vacuno. Quizá ahí nazca la mala ‘fama’ de que lo peligroso que es el zorro.
El zorro y la ciudad
Con las revoluciones industriales y los avances tecnológicos, la ciudad poco a poco fue ganando el lugar del campo. La expansión fue tan rápida e intensa que rompió los límites entre lo rural y lo urbano. Nuevamente, el hábitat de numerosas especies nativas se vio ocupado por las intervenciones del ser humano.
Muchas veces, escuchamos decir que han encontrado un zorro en plena ciudad, pero en realidad, parece que fue la ciudad la que encontró al zorro en su antiguo hábitat natural. En una mirada más neutral, quizá hayamos sido nosotros los invasores y no estos animales.
La convivencia cada día más cercana a los hombres y las dificultades para cazar sus presas habituales llevó al zorro a adoptar nuevos hábitos. Empezaron a invadir propiedades privadas para buscar en espacios de basura o ‘asaltar’ las cocinas. El resultado era inevitablemente un claro proceso de eliminar a estos cánidos en los espacios ocupados por el hombre en las ciudades.
La modernidad proporcionó al hombre nuevas herramientas y elementos no naturales absolutamente desconocidos por los animales: armas, vehículos, carreteras, etc. La adopción de este tipo de estrategias provocaron una intensa mortandad de zorros y, por extensión, la eliminación de otros animales salvajes.
¿Es realmente peligroso el zorro?
Si es peligroso el zorro o no, depende del contexto, igual que sucede con cualquier animal. Cuando un ser vivo se siente amenazado, naturalmente intentará defenderse.
Debemos aprender a diferenciar los animales domésticos de los salvajes, y respetar sus instintos. Ni todas las especies están preparadas para convivir diariamente con los seres humanos y adaptarse a nuestros hábitos. De hecho, para muchos animales puede llegar a ser mortal.
El zorro es un animal salvaje, que debe vivir en su estado silvestre para alcanzar su óptimo desarrollo físico y cognitivo. Pretender criar un zorro como mascota y esperar comportamientos similares al de un perro doméstico, suena irreal e irresponsable. Exponemos el animal a numerosas enfermedades y también favorecemos accidentes domésticos.
Ello no significa que es peligroso el zorro e inofensivo el perro. De la misma manera que un can doméstico puede desarrollar conductas autodefensivas, un zorro también puede atacar para protegerse. Básicamente porque la reacción de un animal depende del estímulo y del ambiente a que es expuesto.
No hay que olvidar que, bajo situaciones de elevado estrés, hasta nuestra mascota de toda la vida puede mostrarse sumamente agresiva.
Por todo ello, antes de alimentar prejuicios y catalogar a ciertas especies, debemos comprender el valor de la empatía. El otro ser puede ser diferente a como nosotros pensamos; así como un zorro no tiene que comportarse como un perro, solo por agradarnos.