La productividad del ecosistema es un concepto ecológico central que sirve para comprender la variedad y diferencias entre los distintos ambientes de la Tierra. Este parámetro se trata de la base fundamental sobre la que radica el funcionamiento de las redes ecológicas.
¿Cuáles son las bases de la productividad del ecosistema? ¿Qué tipos existen? En las siguientes líneas responderemos a las preguntas sobre su funcionamiento y fundamentos.
La productividad en el ecosistema
Los animales y plantas utilizan la energía que obtienen de su alimento para cumplir sus funciones vitales. Asimismo, esa energía será empleada para el crecimiento del ser vivo. El crecimiento, desde un punto de vista funcional, no es más que un incremento de la biomasa —energía almacenada en forma de materia en los seres vivos—.
Este incremento de biomasa es una eficiente manera de determinar la dinámica de los ecosistemas y se puede medir de diferentes formas.
En ecología, la productividad o producción primaria de un ecosistema es el incremento de biomasa por unidad de superficie y tiempo. Tras una definición tan sencilla se esconde un parámetro medible que influye en la vasta complejidad de los sistemas ecológicos presentes en la Tierra.
La productividad, por tanto, mide el cambio en la cantidad de seres vivos en un tiempo y lugar determinados. Existen diversos tipos de productividad, que comentaremos en los próximos apartados.
Productividad primaria: la puerta de entrada de energía
En ocasiones, los seres humanos nos olvidamos de la importancia de las plantas para la vida. Debido a su modo de nutrición, los organismos vegetales son considerados como productores primarios: la puerta de entrada de energía a los ecosistemas.
Como sabemos, las plantas fabrican su propio alimento con base en la fotosíntesis. Mediante una serie de complejas reacciones bioquímicas, los vegetales sintetizan azúcares a partir de materia orgánica e inorgánica y luz. Gracias a esto, son capaces de hacer crecer su biomasa sin necesidad de consumir otros organismos.
Pues bien, en las plantas, el incremento de biomasa por unidad de tiempo y superficie se conoce como productividad primaria. Esta productividad es crucial para la dinámica de los ecosistemas, ya que las plantas son la «puerta de entrada» de la energía del Sol a las redes tróficas.
Podemos distinguir entre producción primaria bruta —el simple incremento de biomasa— o neta —el incremento de biomasa restando la energía gastada en la respiración—. El valor neto es el que más utilidad reporta de manera general.
Importancia central de la producción primaria
La productividad primaria es el factor que determina la estructura de las cadenas tróficas, es decir, las relaciones alimenticias y etológicas entre los seres vivos en los ecosistemas.
Esto es así debido a que las plantas son la base de la alimentación de los herbívoros, los herbívoros de los carnívoros y así sucesivamente, hasta llegar a los superdepredadores. Por tanto, la producción de biomasa en los vegetales acabará afectando a todos los elementos de la red trófica.
Según el portal de la Enciclopedia Británica, solo el 1 o 2 % de la energía solar que llega a la tierra es susceptible de ser transformada en materia orgánica. Sin embargo, los únicos organismos que son capaces de hacer esta conversión son los fotosintéticos. De ahí que sean tan importantes para las cadenas tróficas.
Para ejemplificar esto, podemos pensar en un ecosistema de pastizales. Si un año concreto la productividad del pasto es baja —por falta de lluvias, por ejemplo—, los conejos (herbívoros) tendrán menor alimento y su población disminuirá. Esto afectará a su vez a los lobos (depredadores), pues habrán menos herbívoros disponibles para cazar.
Ecosistemas con muy alta productividad
Entre los diversos ecosistemas que hay en nuestro planeta, la productividad varía enormemente. Existen ambientes muy productivos, donde la biomasa animal crece enormemente año a año. Entre los ecosistemas con una mayor productividad, podemos destacar los siguientes:
- Los humedales.
- Los arrecifes de coral.
- Los estuarios.
- Las zonas costeras.
- Los bosques ecuatoriales.
Todas estas zonas tienen en común una gran productividad primaria, que a su vez sujeta a una enorme comunidad de consumidores —herbívoros y carnívoros—. Estos tipos de ecosistemas, aparte de muy productivos, soportan una enorme biodiversidad.
Ecosistemas con baja productividad
Por contra, en otros ecosistemas, los productores primarios (fotosintéticos) son enormemente escasos y limitan mucho la productividad ambiental. Tal es el caso de desiertos, zonas polares y áreas centrales de los océanos. Como es lógico, la ausencia de productores primarios limita totalmente la presencia de consumidores.
La productividad secundaria
La productividad secundaria hace referencia al crecimiento de la biomasa de consumidores por superficie y año. Como ya hemos comentado, estos están limitados por los productores primarios.
Asimismo, existe una enorme limitación en los productores secundarios debido a la escasa eficacia de transformación. De los productores primarios, solo entre el 40 y 50 % de la energía que almacenan es transferible a otros animales. Sin embargo, los herbívoros y los carnívoros únicamente son capaces de asimilar entre el 5 y 25 % de sus respectivos alimentos.
Esto significa que conforme se llega a la cima de la cadena trófica, la energía que se obtiene de la comida es muy poca. Por lo tanto, se deben consumir cantidades enormes para satisfacer las necesidades energéticas de las especies. Según la calidad del ecosistema y las especies que la conforman, la cantidad de energía que pasa de un nivel trófico a otro es diferente.
Cuanto más energía gaste un animal con su metabolismo, menos biomasa genera.
En conclusión, la productividad de un ecosistema es un parámetro que nos proporciona importante información sobre la dinámica de los ecosistemas e influye enormemente en las redes tróficas de animales y plantas.
Bibliografía
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