Las estrellas, precioso lugar… Inspirador para esta historia. En una ocasión un niño preguntó a su papá: “¿De dónde vienen los perros papá?”. El papá no supo cómo responder, pues aunque era un gran amante de los animales, nunca había investigado esta incógnita. Su respuesta fue: “Papá no siempre tiene una respuesta para todo, pero dame unos minutos y te la podré contestar, ¿te parece?”.
El niño, aunque triste, accedió. No dejaba de mirar el reloj durante la ausencia de papá, ansioso por su regreso. Cuando el papá llegó, la respuesta que traía no fue del agrado del niño: “Vienen de los lobos”, dijo el papá. “¡Eso no es verdad!”, gritó el niño mientras se fue a su habitación dando un portazo tras de sí.
¿De dónde vienen los perros?
El papá no entendía nada, pero dejó que el niño se calmara un poco antes de ir a buscarlo. Los llantos cada vez sonaban más lejanos hasta que se extinguieron. Con dulzura, el papá pidió permiso para entrar y saber qué estaba ocurriendo.
“Los perros no pueden venir de los lobos papá”, dijo el niño. El papá lo miró asombrado pidiendo una explicación.
“Los lobos no nos quieren, si nos ven en el bosque nos hacen daño, no obedecen órdenes y tampoco se dejan acariciar por nosotros. No podríamos tener un lobo en casa, ¿verdad?”
La explicación del niño, no estaba del todo desatinada, así que el papá intentó pensar una respuesta que convenciera más a su pequeño. En su búsqueda, encontró información sobre algo que desconocía: la estrella Sirio.
La estrella Sirio
Esta estrella está situada en una constelación llamada Canis Maior (Perro Mayor). Por ser Sirio la más grande de esta constelación, se la conoce también como “Estrella Perro”.
Se dice que en Egipto se creía que ciertos dioses con formas caninas provenían de esa constelación. No obstante no fueron dioses a quienes los egipcios temían, sino a quienes amaban y respetaban.
“Vaya, eso no va desencaminado de lo que mi hijo decía”, pensó el papá. ¡Ahora ya tenía una historia excitante que contar a su hijo!
Los perros vienen de las estrellas
Una vez que el papá terminó su investigación llamó a su hijo y lo sentó en su regazo. Le empezó a hablar de las estrellas.
“Las estrellas tienen un papel muy importante en nuestra existencia. Nos iluminan la vida, nos cuidan cuando lo necesitamos, su buena energía nos alegra cuando estamos tristes, nos guiñan un ojo cuando las miramos y estoy seguro de que aunque no podemos verlo, también nos sonríen. ¿Hay alguien que conozcas que te haga sentir así?”.
“¡Toby!, mi amigo y perrito querido”- la sonrisa del niño mostraba que le estaba encantando la historia de su papá.
“Ven, te mostraré algo”. El papá lo cogió en brazos y lo llevó a la terraza. Le mostró las constelación Canis Maior y le intentó hacer ver la estrella Sirio. Con dulzura le explicó que todos los perritos provenían de ahí.
“Por eso Hunter se fue, ¿verdad papá? Tenía que regresar a casa…”
Hunter fue su anterior perrito el cual murió por un atropello. El niño lo pasó muy mal. Su papá ahora entendió que el empeño de su hijo era encontrar consuelo a su dolor.
“Es que, si los perros vienen de las estrellas, tienen que regresar allí”, dijo el chico.
Su papá no entendía a dónde quería llegar, pero el niño siguió con su teoría.
“Eso significa que Dios nos lo presta, pero si todos se quedaran para siempre, ¿quién alumbraría el cielo por las noches?”. El papá lo abrazó y se dio cuenta una vez más de la inocencia de su hijo.
Aunque, en realidad, su hijo no iba desencaminado al creer que los perros vienen de las estrellas pues iluminan nuestra vida, nos cuidan cuando lo necesitamos, su buena energía nos alegra cuando estamos tristes, nos guiñan un ojo cuando los miramos y aunque no lo vemos, los que los amamos estamos seguros de que nos sonríen.
Desde pequeños siempre hemos querido que alguien nos regale la luna. Ahora tienes tu propia estrella en casa. Cuídala y quiérela con el alma, pues aun cuando regrese a casa ella te seguirá amando.
Y tú, ¿ya tienes tu propia estrella?