La termografía es una herramienta cada vez más útil en medicina, más aún en los tiempos que corren. Esta técnica de diagnóstico es esencial en ámbitos veterinarios con todo tipo de animales, pero mucho más cuando se trata con fauna salvaje.
Los animales no domésticos deben ser tratados siempre como tal, y por tanto hay que tratar de interactuar lo mínimo posible con ellos. Normalmente el contacto con la gente, y más aún si están débiles o enfermos, les estresa y puede suponer su muerte. Por eso la termografía, que es un método de apoyo al diagnóstico que funciona a distancia, se convierte en una herramienta ideal.
Qué es la termografía y para qué se utiliza
Como tal, la termografía se presenta como una técnica que permite determinar temperaturas a distancia y sin necesidad de contacto físico con el organismo a estudiar. Esta permite captar la radiación infrarroja emitida por el animal utilizando cámaras térmicas o de termovisión. A nivel técnico, permite diferenciar la superficies y tejidos en función de su temperatura.
De esta forma, si se conocen los datos de las condiciones de “normalidad” de un organismo, se pueden detectar situaciones anormales sin tener que exponerse ante el animal y causarle estrés innecesario.
Termografía en biomedicina
Cualquier ser vivo emite cierta temperatura a través de su superficie corporal. Esta emisión varía en función del tegumento de cada especie: escamas, plumas, piel o pelo entre otros. Pero, dentro de una misma especie, pueden haber también diferencias: por el celo, por la digestión, o por la existencia de una patología.
La termografía nos permite medir la temperatura del animal en diferentes puntos del cuerpo y compararlos, pudiendo detectar:
- Zonas más calientes, por ejemplo. Las inflamaciones o heridas activan las defensas, lo cual se traduce en un incremento del riego sanguíneo y por lo tanto en un aumento de la temperatura superficial.
- Zonas más frías, por pérdida de ese riego sanguíneo.
De esta manera, se puede llegar a un diagnóstico temprano en muchas patologías de la clínica veterinaria común y con un menor coste que los métodos de examen utilizados hasta ahora.
Termografía en la clínica de grandes animales
No todos los animales son fáciles de manejar y los veterinarios a menudo se enfrentan con individuos estresados o enfadados. En otros casos la dificultad radica en tratar con especies o razas que no están habituadas al ser humano (por ejemplo, los toros de lidia). Estas son algunas de las patologías que se consiguen diagnosticar gracias a las cámaras térmicas en estos casos:
- Todo tipo de inflamaciones internas, musculares y de las articulaciones.
- Enfermedades en las ubres de las vacas, un problema siempre presente en la ganadería bovina.
- Cojeras en los caballos, posturas perjudiciales y problemas de paso, además de puntos dolorosos debidos a la presión de la silla de montar.
- Enfermedades en los cascos y las pezuñas.
Pero, ¿y qué hay de la fauna silvestre?
Como veíamos al principio, los animales no domésticos tienen la particularidad de necesitar un todavía menor contacto con el ser humano. Estos animales tratados en los Centros de Recuperación necesitan ser posteriormente liberados en la naturaleza, y para eso, no deben acostumbrarse al trato con las personas.
Las aves, por ejemplo, son más sensibles aún que los mamíferos al estrés durante el manejo. Un vencejo se puede morir en la clínica por culpa de ese estrés, lo cual es terrible, pero un buitre puede atacar al veterinario, poniendo en riesgo su integridad propia y la del que lo maneja. De esta manera, el desarrollo de métodos de diagnóstico que minimicen el contacto humano-ave es imprescindible. Por ello, en estos casos la solución ideal ha resultado ser la termografía.
El diagnóstico de las electrocuciones
Entre las principales causas de muerte en aves silvestres destaca la electrocución. Esto se debe, en parte, a que es una patología difícil de diagnosticar con la suficiente antelación como para poder tratarla.
Cuando un ave se electrocuta, por ejemplo al posarse sobre un cable de alta tensión, la electricidad viaja desde sus patas por todo el cuerpo, hasta salir por la punta de las alas. Todo lo que encuentra por el camino es destruido, cortando el riego sanguíneo.
El problema es que al llegar a la clínica, el ave quizás no muestre todavía signos derivados de esa destrucción masiva del aparato circulatorio. Sin embargo, disponiendo de una cámara termográfica, se puede apreciar rápidamente el aumento de zonas de colores fríos (tonos azules) que pueden ser claves para reconocer el diagnóstico.
¿Lo mejor de todo? Es un método nada invasivo y supone un estrés mínimo para el animal salvaje que, si finalmente sobrevive, podrá ser devuelto a la naturaleza con todas las garantías.
Como hemos podido ver la termografía es una herramienta muy útil, y en muchos casos esencial, a la hora de realizar diagnósticos en diversos animales.
Bibliografía
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