El hornero: un eficaz constructor

El nido de este ave presenta una pequeña compuerta y en su interior cuenta con una cámara de incubación; solo lo utilizan una vez en la vida, y después es utilizado por otros pájaros
El hornero: un eficaz constructor

Escrito por Yamila

Última actualización: 10 mayo, 2018

Una de las principales características del hornero es su capacidad para construir el nido con una forma más que peculiar: circular y con una puerta de entrada delantera. Este pequeño ave endémico de América del sur es realmente asombroso. ¡Conócelo en este artículo!

Características y hábitat del hornero

La familia de los furnarius está compuesta por ocho especies diferentes, conocidas popularmente como ‘horneros’ debido a que su nido tiene forma de horno de barro. Todos se pueden encontrar en América del Sur, desde Colombia hasta la Patagonia argentina.

El hornero común es el más extendido en el subcontinente, donde también se lo llama alonsito o casero. Mide unos 23 centímetros de alto, pesa alrededor de 60 gramos y apenas presenta dimorfismo sexual. La única diferencia entre sexos es que los machos son un poco más robustos y sus alas más largas.

Todas sus plumas son marrones rojizas, con diferentes tonalidades en las alas, el vientre y la cabeza. Su pico es alargado y termina en punta y, al igual que las patas, es gris oscuro. Además, los ojos son negros y en ocasiones puede presentar una garganta blanquecina.

Este ave se ha beneficiado con la presencia del ser humano y aparece en muchas canciones, leyendas e historias del folclore sudamericano. Los agricultores lo ‘aceptan’ debido a que se come los insectos en los campos. Además, ha sido elegida el ave nacional de Argentina y aparece en los billetes de denominación más alta de ese país.

Hornero: canto

Canto y nido del hornero

Las dos características más destacadas de este ave son por un lado las vocalizaciones y, por el otro, la construcción de sus nidos. En cuanto al canto, el primer sonido lo realiza el macho y luego la hembra le responde. Las notas son bien definidas, algo metálicas y muy intensas.

Si bien pueden cantar durante todo el año, es más frecuente escucharles en la etapa previa a la puesta de los huevos, ya que estos sonidos sirven como vínculo y comunicación entre las parejas. Cuando están emparentados, los horneros cantan a dúo estirando el cuello, mientras que extienden la cola y agitan levemente las alas.

En cuanto a la construcción de su nido, lo hace en árboles, tejados o postes de luz. Las obras comienzan en abril y todo el trabajo les lleva hasta cuatro meses. Tanto la hembra como el macho colaboran en las tareas, para lo cual necesitan diferentes materiales: barro, tierra, estiércol, fibras vegetales, hojas, piedras pequeñas y cualquier cosa que encuentren en el camino.

Para poder unir dichos materiales, el hornero genera una especie de ‘saliva’ especial. En el interior del nido se distingue una cámara de incubación, recubierta con plumas y paja. La entrada del hogar suele estar ubicada de frente.

Al finalizar, el nido pesa unos cinco kilos y solo es usado una vez. Al terminar la puesta y la crianza de los polluelos lo abandonan. Luego son usados por otras aves como los benteveos, las golondrinas, los gorriones o los jilgueros.

Hornero: reproducción

Alimentación y reproducción del hornero

El hornero tiene una vida bastante sedentaria, es muy territorial y no suele volar distancias demasiado extensas. Se alimenta de insectos como cucarachas, grillos, escarabajos, hormigas, gusanos, arañas, etc. En ocasiones puede comer semillas o cereales. Recolecta mientras camina entre el césped o la vegetación rasa.

En lo referente a la reproducción, este ave es monógama y forma parejas de por vida. La época de apareamiento es entre la primavera y el verano –de septiembre a marzo)– y la hembra pone cuatro huevos, con espacio de dos días entre cada uno, de color blanco y ovalados.

Tras 17 días de incubación, nacen los polluelos, los cuales no tienen plumas y son ciegos. Dependen de sus padres para alimentarse durante aproximadamente un mes. Una vez que los pequeños abandonan el nido, la pareja se queda en el mismo lugar unas semanas más, ya que los hijos regresan de vez en cuando: no se independizan por completo hasta los nueve meses.


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