Macrogranjas: ¿qué son y cómo funcionan?

Ante la creciente demanda de alimento, las producciones pecuarias a niveles industriales han tomado fuerza en países como España. Descubre cómo funcionan, así como su impacto sobre el medio ambiente y el bienestar animal.
Macrogranjas: ¿qué son y cómo funcionan?
Sebastian Ramirez Ocampo

Escrito y verificado por el médico veterinario y zootecnista Sebastian Ramirez Ocampo.

Última actualización: 10 marzo, 2024

Según estimaciones de la organización Our World in Data, en el mundo se producen más de 340 millones de toneladas de carne por año. Esto es 4 veces más de lo que se generaba hace apenas 5 décadas.

No obstante, para llegar a estas cifras, las explotaciones pecuarias han debido evolucionar hacia sistemas superintensivos como las macrogranjas, en donde se aprovechan al máximo los recursos disponibles.

Sin embargo, por el impacto de estas granjas industriales —sobre el medio ambiente, la salud y el bienestar animal— se ha cuestionado si en realidad se trata de una práctica ética y sostenible en el tiempo.

En el siguiente contenido exploraremos cómo funciona este modelo agropecuario, cuáles son sus ventajas y desventajas, así como las preocupaciones que surgen alrededor de estas explotaciones y sus perspectivas en el futuro.

¿Qué son las macrogranjas?

Las explotaciones pecuarias, dedicadas a la producción de carne, pueden clasificarse según la densidad animal, la forma de alimentación y las condiciones en que viven las especies durante su ciclo productivo. De acuerdo con estas características, es posible diferenciar los siguientes modelos de ganadería:

  • Extensivo: en este sistema, los animales se alimentan de los recursos naturales que les brinda el territorio en el que habitan. Es decir, priman prácticas como el pastoreo por encima del suministro de fuentes exógenas, como las dietas comerciales. Además, las especies se desarrollan al aire libre y la densidad de individuos por metro cuadrado es relativamente baja.
  • Semintensivo: es un tipo de explotación mixta, en donde los animales están libres durante ciertas horas del día o épocas del año. Sin embargo, permanecen otro período estabulados y sometidos a una alimentación intensiva. Se combinan las dietas de origen vegetal, los granos y los alimentos concentrados.
  • Intensivos: en este caso, los animales se mantienen alojados al interior de instalaciones especiales durante toda su vida. Se alimentan sobre todo de dietas formuladas para obtener una mayor ganancia de peso en menor tiempo y a menor costo.
  • Superintensivos: como su nombre lo indica, son los sistemas intensivos llevados al siguiente nivel. En este tipo de producciones, se busca el máximo rendimiento de los recursos disponibles y prima la rentabilidad máxima, por kilogramo de carne producido. Las densidades animales son altas y, en muchos casos, las especies se encuentran hacinadas.
En este último modelo productivo encontramos a las macrogranjas: ganaderías de niveles industriales con capacidad de producir mucha carne en un espacio reducido.

Para ser exactos, la organización ecologista Greenpeace las describe como aquellas explotaciones que disponen de más de 40 000 plazas para aves de corral y de más de 2000 plazas para la cría de cerdos, que sobrepasan los 30 kilogramos de peso.

Sin embargo, estos números se ven superados por mucho. De acuerdo con un artículo del portal electrónico The Conversation, las cifras pueden ascender hasta decenas de miles en el caso de los cerdos y hasta millones en cuanto a los pollos de engorde.

¿Cómo funcionan las macrogranjas?

Las macrogranjas son un tipo de ganadería que no cuenta con tierra. En su lugar, disponen de instalaciones automatizadas y tecnificadas que permiten estabular miles de animales en un área limitada.

Las especies permanecen alojadas en el interior de las explotaciones y, en la mayoría de los casos, no tienen acceso al exterior en ningún momento de su vida.

Además, requieren de muchos insumos externos como agua y alimentos concentrados, pues para alcanzar los niveles de producción deseados, la ingesta de comida debe ser constante. Gracias a ello, se obtiene un producto cárnico en menor tiempo y a un menor costo de producción.

De acuerdo con el último informe del Meat Atlas, publicado en el año 2021, España ha pasado de producir un millón de toneladas de carne en los años 70, a más de 7 millones de toneladas en la actualidad. Esto lo ha convertido en uno de los principales productores y exportadores de este insumo dentro de la Unión Europea, por encima de países como Francia o Italia.

En parte, estos números se han alcanzado gracias a la expansión de las macrogranjas en este territorio, las cuales, según datos del Ministerio de Agricultura español, han aumentado en un 6 % durante el último año en el caso de los cerdos.

No obstante, producir esta cantidad de carne a un bajo costo tiene sus impactos tanto en la calidad de vida y bienestar animal como en el medio ambiente en el que se encuentran las explotaciones.

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En algunas macrogranjas, los animales permanecen alojados en instalaciones durante toda su vida. Crédito: Aitor Garmendia/Tras Los Muros.

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¿Cuál es el problema de las macrogranjas?

Son varios los aspectos negativos asociados a las macrogranjas en todo el planeta. A continuación, se detallarán las principales problemáticas derivadas de la producción de carne a niveles industriales.

Purines

Los purines son todos los residuos orgánicos que se generan durante el engorde de los animales. Entre ellos se pueden encontrar los siguientes:

  • Aguas residuales
  • Restos de alimento
  • Excrementos sólidos y líquidos

De acuerdo con una investigación divulgada por el diario El País, solo en España las macrogranjas producen más de 60 millones de metros cúbicos de purines al año.

Esto es una cantidad suficiente como para cubrir el centro de Madrid, llenar 62 estadios como el Santiago Bernabéu u ocupar 24 800 piscinas olímpicas.

Aunque las explotaciones deben presentar ante el gobierno un protocolo de manejo de los purines, en muchos casos no se cumple. Como consecuencia, se genera una fuerte contaminación del medio ambiente y los recursos naturales. Así lo aseguran los autores del artículo citado.

Por un lado, si bien lo ideal es transportar estos residuos hacia otros predios para que funcionen como abono orgánico, el traslado resulta costoso. Por lo tanto, las producciones optan por verter los purines en sitios cercanos, pero que no son aptos para ello. Esto resulta en una saturación y contaminación del suelo y de los acuíferos cercanos a la zona.

Además, las macrogranjas deben disponer de piscinas o lugares donde almacenar los purines antes de su traslado. Sin embargo, como lo reporta un documento del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España, algunas de estas balsas no están construidas de manera adecuada.

En consecuencia, los desechos se filtran hacia el suelo e intoxican el agua de pozos y embalses cercanos.

Según las estimaciones de este mismo ministerio, el 22 % de las aguas superficiales y el 23 % de las subterráneas en España están contaminadas por los nitratos presentes en los purines.

Emisión de gases de efecto invernadero y contaminación del aire

En esencia, los gases de efecto invernadero son aquellos compuestos que se aglomeran en la atmósfera y absorben la energía infrarroja del sol. Se consideran como uno de los principales desencadenantes del cambio climático que se vive hoy en día.

Uno de ellos es el metano: un gas que se produce durante la digestión del alimento en los animales.

De acuerdo con un artículo de la Revista Colombiana de Ciencias Pecuarias, el metano contribuye con aproximadamente el 18 % del calentamiento global que se presenta en la actualidad.

Por otra parte, según un reporte del medio de comunicación español Datadista, publicado en el portal El Diario, durante el año 2020 las emisiones de metano de las macrogranjas en España sumaron cerca de 96 000 toneladas. Una cifra para nada alentadora.

No obstante, la contaminación del aire no se queda solo allí, pues la degradación de los purines genera otro gas tóxico conocido como amoníaco. Este elemento en grandes proporciones está asociado a problemas respiratorios y oculares en los seres humanos. Además, contribuye a la degradación de los recursos hídricos y del suelo.

Tal y como lo expone la organización Greenpeace, las granjas industriales fueron responsables del 94 % de las emisiones de amoníaco, declaradas en el año 2020 en toda España. De estas, el 69 % correspondían a explotaciones de cerdos y el 25 % a la avicultura. No se tienen datos sobre las producciones vacunas pues no están obligadas a declarar sus emisiones.

Deforestación

Como se mencionó en líneas anteriores, las macrogranjas necesitan de mucho alimento concentrado para alcanzar sus estándares de producción. Estas dietas comerciales están formuladas a base de algunos insumos como la soja, una fuente de proteína de origen vegetal de muy buen desempeño.

Sin embargo, el cultivo de esta leguminosa casi no se realiza en España. En su lugar, se importa, a un menor costo, desde países de América del Sur:

  • Brasil
  • Bolivia
  • Colombia
  • Argentina

No obstante, como lo expone el informe Con la soja al cuello, la producción de soja en estas regiones está asociada a la deforestación y el detrimento de la biodiversidad, pues se talan grandes extensiones de bosques y selvas naturales para su siembra.

Incluso, plantean que la Unión Europea es el segundo importador mundial de destrucción ambiental. Además, figura como el responsable del 16 % de la deforestación ligada al comercio internacional.

Entre otras cosas, según la FAO, cada año se pierden 13 000 millones de hectáreas de superficie forestal, por la reconversión de las tierras para la producción de cultivos alimentarios o forrajeros. Además, estiman que el 33 % de las tierras cultivables se destinan a la producción de leguminosas para alimentar el ganado.

Para finalizar, los autores del informe antes citado comparten un dato inquietante: de los cerca de 400 millones de toneladas de soja que se producen en el mundo, solo el 6 % se destina para la alimentación de los seres humanos.

En esencia, el cultivo de soja es solo un sostén de la producción cárnica a gran escala en el planeta.
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La agroindustria conduce a la deforestación de joyas naturales como el Amazonas. Crédito: Victor Moriyama/Rainforest Foundation Norway.


Bienestar animal

Sin caer en exageraciones, la realidad es que las macrogranjas son auténticas fábricas de producción de carne en serie. Para obtener un mayor rendimiento, los animales se confinan y se estabulan para solo comer y engordar.

En este tipo de sistemas productivos se violan algunos de los derechos fundamentales de los animales —proclamados por organizaciones, como la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Unesco— como el relativo a disfrutar de una movilidad y un libre desarrollo en condiciones propias de la especie.

Sumado a ello, como lo explica una publicación del Journal of Agricultural and Enviromental Ethics, los animales en estas explotaciones presentan los síntomas mencionados a continuación:

  • Miedo.
  • Angustia.
  • Estrés emocional y físico.
  • Trastornos de comportamiento —en algunos casos— al no poder ver la luz del sol en toda su vida.

En términos claros, las macrogranjas sacrifican el bienestar animal a cambio de obtener mayores índices de producción, en lo siguientes términos:

  • Menor costo
  • Menor tiempo
  • Bajo un completo control del hombre
Si se comparase con una fábrica ensambladora de coches, la única diferencia es que en las macrogranjas se trata con seres vivos.

¿Cuáles son las ventajas y desventajas de un modelo como el de las macrogranjas?

Con el objetivo de ser más puntuales y tener un panorama claro sobre las granjas de producción industrial, es posible sintetizar la información en aspectos positivos y negativos de la siguiente manera:

Ventajas

  • Suministro de carne a una población en crecimiento.
  • Adaptación más óptima a las variables económicas que determina el mercado.
  • Mayor producción de carne a un menor costo.
  • Disminución del espacio requerido para producir un kilogramo de carne, en relación con una producción extensiva.
  • Aumento del control, tecnificación y estandarización.
  • Generación de empleo.
  • Venta de carne más barata al público.
  • Fuente de ingresos para la economía del país.

Desventajas

  • Grave contaminación del suelo, el agua y el aire del ambiente en el que trabajan.
  • Alto consumo de agua y energía para producir un kilogramo de carne.
  • Impacto negativo sobre la biodiversidad y recursos naturales de países en desarrollo.
  • Influencia activa sobre el cambio climático y el calentamiento global.
  • La carne producida tiene un peor perfil nutricional, que la de los animales criados en otros sistemas.
  • Producción de daños irreversibles en el medio ambiente, por lo que no son sostenibles a largo plazo.
  • Explotación animal a niveles inhumanos.
  • A medida que crecen, las producciones más pequeñas se ven arruinadas por su incapacidad de competir.
  • Hacinamiento y riesgo de transmisión de enfermedades.
  • Cosificación de la vida animal.
  • Animales muy medicados, lo que se traduce en un riesgo de resistencia antibiótica.

¿Cuántas macrogranjas hay en España?

De acuerdo con los datos del Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes (PRTR), en España existen unas 3887 macrogranjas destinadas a la cría y engorde intensivo de cerdos y aves de corral. Se encuentran ubicadas en 1372 municipios del país, con mayor presencia en las siguientes comunidades autónomas:

  • Aragón
  • Cataluña
  • Castilla y León

Llama la atención que las granjas industriales se localizan en zonas donde la población es menor o lejos de ciudades importantes. Por ejemplo, no hay macrogranjas cerca de lugares como Málaga o Madrid, mientras que sí hay una gran densidad en el norte de Cataluña.

Macrogranja de pollos.
El hacinamiento atenta contra la calidad de vida y bienestar de los animales en las macrogranjas. Crédito: iStockphoto.

Una realidad incómoda

El objetivo de este artículo no es demonizar ni mucho menos condenar el consumo de carne animal, sino dar a conocer las principales problemáticas asociadas a las producciones de escala industrial.

No obstante, sí es importante realizar un cambio de conciencia sobre los hábitos de consumo y la forma en que se utilizan los recursos naturales para la generación de alimentos.

Como se expuso a lo largo de este contenido, este tipo de modelos son insostenibles en el futuro. Por lo tanto, como humanidad debemos apuntar a otros sistemas que sean amigables con el medio ambiente y que respeten la dignidad, así como el bienestar animal durante todo el proceso.

Algunos países como Holanda, Alemania y la misma España ya han tomado medidas para controlar la expansión de las macrogranjas en sus territorios. Por ejemplo, en el país ibérico se ha expedido un nuevo decreto en el que se limita el número de vacas que puede tener una explotación intensiva. Ahora, solo es posible tener 725 vacas lecheras y 850 cabezas de ganado mayor.

Será necesario seguir con este tipo de políticas y esfuerzos que permitan conseguir una seguridad alimentaria, pero sin pagar el alto costo de destruir el lugar en el que todos habitamos.


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