Los gatos espía de la CIA
Aunque parezca increíble, la CIA se planteó unir gatos espía a sus filas, a través del proyecto Acoustic Kitty. Lo cierto es que aunque la idea no fue del todo brillante, sí despertó el interés de este famoso servicio de inteligencia durante la llamada Guerra Fría.
Los animales domésticos han sido usados durante siglos en los diferentes eventos bélicos que ha protagonizado el ser humano: al alano español en la conquista de América, los elefantes del imperio persa o los perros en la Segunda Guerra Mundial se unen estos felinos en un episodio más reciente, que apenas tuvo lugar hace 50 años.
Y es que la Guerra Fría despertó una competición entre Estados Unidos y Rusia que trajo grandes desgracias para la humanidad. Sin embargo, hasta la desclasificación de estos documentos no sabíamos hasta qué punto también fue una desgracia para los animales domésticos.
¿Cómo nacieron los gatos espía?
La propuesta de los gatos espía surgió tras una serie de reuniones en Asia, en las cuales miembros de la CIA comprobaron que nadie reparaba en la presencia de gatos durante las reuniones secretas que realizaron.
Se instaló un equipo de grabación en el cuerpo de los felinos, que constaba de transmisor, micrófono y una batería. Tras varias pruebas, que terminaron por usar las orejas para colocar el micrófono, el dispositivo funcionaba, y los gatos espía se comportaban normalmente mientras grababan.
La necesidad de evitar que se sospechara de los gatos espía hizo que se colocase una batería en su interior, mientras que la antena fue instalada por medio de la cola, por lo que la intervención quirúrgica era costosa y, sin duda, criticable a nivel ético. Tal vez por eso a día de hoy la CIA no ha desclasificado de forma completa el documento de la operación.
Los problemas de los gatos espía
Tras sopesar las cuestiones éticas y la posible reacción de la opinión pública, se dio luz verde al proyecto. El problema es que el servicio de inteligencia no se preguntó cómo sería entrenar a los gatos espía en su secreta labor.
Las primeras semanas de entrenamiento hicieron que los responsables se preguntaran si el proyecto era viable: los gatos se distraían con cualquier sonido, o abandonaban el lugar de grabación en busca de comida. De hecho, llegó a suprimirse la sensación de hambre en algunos animales en una nueva intervención.
Aunque entrenar a los gatos para recorrer distancias cortas era relativamente sencillo, era prácticamente imposible entrenar a los gatos espía para encadenar acciones sin que el adiestrador reforzara esos estímulos de forma continua.
Y es que, aunque los sentidos de los gatos son magistrales, ciertamente hacen lo que quieren, y su entrenamiento es mucho más complicado y limitado que el de los perros. Tal vez por eso existen cientos de razas de perros de trabajo, mientras que los gatos siempre han sido animales de compañía.
El fracaso de los gatos espía
Tal vez los agentes americanos fueron tan insistentes por el alto coste invertido: se calcula que entre 15 y 20 millones de dólares fueron invertidos en los gatos espía durante los cinco años del proyecto, cerrado en 1966.
Fue precisamente en 1966 cuando se intentó infiltrar a uno de estos gatos en la embajada soviética en Washington D.C. para que este grabase las conversaciones entre dos agentes de la URSS, pero el gato fue atropellado por un taxi.
Fue entonces cuando la CIA concluyó que los gatos espía no eran prácticos ni viables, lo cual es de agradecer para los cientos de gatos que se libraron de las grotescas operaciones quirúrgicas necesarias para participar en el proyecto.
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