La Fiebre Q: una posible arma biológica

La Fiebre Q se ha incorporado a la batería de enfermedades que deben ser vigiladas en ganadería a lo largo y ancho del planeta.
La Fiebre Q: una posible arma biológica
Érica Terrón González

Escrito y verificado por la veterinaria Érica Terrón González.

Última actualización: 21 febrero, 2021

La Fiebre Q es una enfermedad provocada por Coxiella burnetti, una bacteria parásita intracelular. Esta patología afecta a todo tipo de mamíferos domésticos y silvestres, pero sus principales reservorios son de la especie bovina, ovina y caprina. Por esta razón, la bacteria está muy extendida por todo el mundo, con mayor prevalencia en zonas ganaderas.

El problema de esta patología radica en que es una zoonosis grave que puede afectar al ser humano. De hecho, en algunas regiones, se considera una enfermedad profesional para aquellas personas dedicadas al trabajo con animales que pueden ser portadores.

Generalidades sobre la enfermedad conocida como Fiebre Q

Si bien en el ámbito doméstico preocupa la infección de mamíferos, no son los únicos animales que pueden ser portadores. Existen todo tipo de aves, reptiles e incluso artrópodos que pueden albergar la bacteria y transmitirla. Eso sí, la gravedad aparece cuando se produce el salto de especie y son los seres humanos los que enferman.

Lo cierto es que los animales pocas veces sufren síntomas y, al menos, la mayoría de signos clínicos no son graves. Los rumiantes domésticos padecen, como mucho, una enfermedad leve. Durante este periodo tienen lugar abortos y muertes prenatales de las crías aún en el útero.

Una oveja feliz con una cría.

¿Cómo se propaga la Fiebre Q?

Coxiella burnetii es eliminada en la leche, la orina y las heces de forma habitual, pero donde se encuentran mayores concentraciones es en los restos abortivos de las hembras infectadas. Ahí es donde la transmisión es más probable, al entrar en contacto un individuo susceptible con la placenta o el líquido amniótico.

Además, esta bacteria resulta ser muy resistente a las condiciones ambientales. Una vez contaminado el medio, adquiere la forma de una espora. Estas se caracterizan por ser formas habituales de resistencia de los microorganismos ante las adversidades del medio. Con esta forma, se mezclan entre el polvo y son transportadas por el viento.

Coxiella burnetti en su forma esporulada es tan infecciosa que la inhalación de un solo espécimen puede provocar la enfermedad en los humanos.

Otras formas de transmisión de la enfermedad

Existe otra modalidad de propagación, quizás más común en el ciclo silvestre de la enfermedad, es decir, con la intervención de roedores y lagomorfos silvestres como reservorios, en vez del ganado doméstico. Se trata de una transmisión vectorial, a través de garrapatas.

Por último, puesto que la bacteria se elimina también en la leche, el ser humano puede infectarse consumiendo productos lácteos mal pasteurizados. Por ello, no solo la vía inhalatoria interviene en la aparición de esta zoonosis. Hay que extremar las precauciones ante todas las vías posibles.

Un problema emergente para la salud pública mundial

Las autoridades sanitarias de la Organización Mundial de Sanidad Animal nos vienen avisando hace tiempo de la importancia de esta zoonosis. De hecho, la propia Organización incluye a la Fiebre Q en su Lista Única de Enfermedades de Declaración Obligatoria.

Esto es así por tratarse de una patología de tan levada infectividad que amenaza a todo el personal que trabaja con animales. Veterinarios, trabajadores de laboratorios y mataderos, criadores e incluso cazadores se pueden ver expuestos a la infección durante su horario laboral.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) también advierte del riesgo de transmisión por el consumo de alimentos contaminados. Hasta la fecha, ha publicado varias recomendaciones sobre las particularidades de la Fiebre Q que muestran su repercusión en sanidad animal y salud pública.

Ambas instituciones recomiendan una combinación de medidas para controlar esta enfermedad. Por un lado, el estudio de los factores de riesgo para tener bajo control la propagación. Por otro, la vacunación preventiva de los animales portadores. Ha sido esta última la medida que ha demostrado ser más eficaz.

La Fiebre Q como potencial arma biológica

Los expertos consideran que Coxiella burnetti podría ser utilizada como arma biológica debido a varios factores:

  • Su elevado potencial infeccioso.
  • Su gran resistencia en un medio ambiente desfavorable.
  • La posibilidad de propagación eólica, al poder ser transportada por el viento a regiones alejadas del foco primario.

En Alemania, por ejemplo, la aparición de una oveja infectada en una exposición ganadera desató un foco que afectó a 300 personas en el año 2003.

Por fortuna, la forma grave de la enfermedad —que con frecuencia es mortal— se diagnostica en un bajo porcentaje de casos humanos. Las personas más vulnerables parecen ser aquellas con afecciones del sistema inmune o con problemas cardiacos graves.

La vacuna de la fiebre Q.

¿Cómo se puede prevenir que esta enfermedad se convierta en un problema grave de salud global?

Como cualquier otra zoonosis, la clave para evitar que la Fiebre Q se convierta en una emergencia de salud humana es clara: hay que actuar en el reino animal. El método más eficaz de control ya ha demostrado ser la vacunación de los animales susceptibles de ser transmisores.

Por eso, se organizan campañas de vacunación en vacas, ovejas y cabras en las regiones donde la infección es muy común. En caso de que la infección no se haya podido evitar y que ya esté presente en ganadería, existen otros métodos que pueden reducir el riesgo.

Por ejemplo, las medidas higiosanitarias aplicadas durante el parto y puerperio de las hembras ganaderas reducirán la capacidad infectiva de la bacteria. Todo aquello que elimine las descargas vaginales, así como la desinfección del lugar del parto, dificultará la propagación de la enfermedad.


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