Los saltamontes son invertebrados muy interesantes desde un punto de vista tanto físico como etológico. Estos insectos habitan en diversas partes del mundo y son herbívoros, razón por la cual son catalogados como pestes en regiones en las que proliferan demasiado. A pesar de su potencial destructivo, merece la pena estudiar su ciclo vital.
Saber cómo nacen y se reproducen los saltamontes no solo es esencial para acabar con las plagas, sino que también se requiere este conocimiento para preservar a las especies de su grupo en situación vulnerable. Aunque a veces resultan molestos, son pilares esenciales en los ecosistemas. A continuación te lo contamos todo sobre el ciclo vital de estos insectos tan polifacéticos. ¡No te lo pierdas!
¿Qué son los saltamontes?
En primer lugar, hay que destacar que los saltamontes son insectos pertenecientes al orden Orthoptera. Como tales, comparten grupo taxonómico superior con grillos, tetigónidos y wetas. Todos ellos tienen un plano corporal similar, aunque los hábitos y las dimensiones varían mucho entre géneros y familias.
A nivel taxonómico, el término saltamontes hace referencia a todo insecto perteneciente al suborden de ortópteros Caelifera. Este grupo incluye a más de 12 000 especies divididas en 2400 géneros, cifras que solo atestiguan su enorme biodiversidad. Cabe destacar que en este taxón se incluye también a las langostas migratorias, si bien no vamos a detenernos en ellas en este espacio.
Los saltamontes tienen el plano corporal típico de (casi) todos los insectos: una cabeza con antenas, aparatos oculares y mandíbulas; un tórax con 3 pares de patas y 2 pares de alas; y un abdomen con 11 segmentos y los órganos reproductores. De todas formas, destacan por poseer unas patas traseras extremadamente largas con una gran fuerza de impulso.
Estos insectos se consideran polífagos e incluyen en su dieta una gran cantidad de alimentos. La mayoría de saltamontes se alimentan de tallos, hojas, brotes tiernos, semillas y cereales de una inmensa variedad de vegetales, pero unos pocos también se nutren de tejidos animales en descomposición y heces de vertebrados.
Un saltamontes puede recorrer casi 80 centímetros de distancia en un solo salto. Si el humano tuviese esta habilidad, sería capaz de cruzar un campo de fútbol con un solo impulso.
¿Cómo se reproducen los saltamontes?
Los machos de muchas especies pasan gran parte del día “cantando” (realmente el proceso se llama estridulación) para atraer a las hembras cuando las condiciones son las adecuadas, es decir, si hace calor y no está lloviendo. Consiguen generar sonidos mediante el roce entre las patas traseras y unas estructuras alares dentadas.
En la mayoría de los casos, los machos atraen a las hembras y se suben encima de ellas para fertilizarlas sin mucha complicación. Existen algunas excepciones a esta regla, como la estrategia de la especie Kosciuscola tristis, originaria de Australia. En este caso, varios machos tratan de alcanzar el dorso de la misma hembra y se empujan, agarran y hasta muerden.
Una vez el macho está encima de la hembra receptiva, este introduce su edeago (un órgano copulador intromitente) en el extremo abdominal de su compañera. Así, le transmite un espermatóforo que contiene a las células sexuales viables. Los espermatozoides fertilizan a los huevos viajando a través de unos canales conocidos como micrópilos.
Durante la cópula, el macho permanece pegado a la hembra sobre su espalda a través del abdomen.
¿Cómo nacen los saltamontes?
Mientras los machos compiten o las buscan, las hembras aumentan de peso y comienzan a madurar a los huevos en el interior de su organismo. Tras la reproducción, la madre fecundada hace un agujero en la tierra con la ayuda de su ovipositor (el órgano encargado de poner los huevos) y coloca delicadamente los huevos en su interior. Esto suele ocurrir en primavera-verano.
El número de huevos puestos por hembra en un solo episodio varía según la especie, pero fuentes profesionales calculan un intervalo de oviposición de 7 a 30 vainas con 8-30 huevos dentro de cada una de ellas. En general, la madre fecundada pondrá una media de 100 huevos a lo largo de la época reproductiva. Debe darse prisa, pues su esperanza vital no suele superar 1 año.
Una vez la hembra ha realizado la puesta, la cubre con tierra y abandona el lugar.
El nacimiento de las crías
El nacimiento de las crías depende de la zona de origen de la especie de saltamontes. Tras unas semanas de desarrollo, en muchos casos los huevos entran en un estado de diapausa (algo parecido a la hibernación) con el fin de aguantar el frío del invierno. Una vez las temperaturas saben, las crías o ninfas emergen con un plano corporal similar al de los adultos, pero con un tamaño mucho menor.
Dependiendo del clima en el que se encuentren, los huevos pueden eclosionar en unas pocas semanas o tardar hasta 9 meses. Casi todas las ninfas nacen de forma simultánea.
Los saltamontes son hemimetábolos y solo pasan por 3 estadios a lo largo de su vida: huevo, ninfa y adulto. Esto quiere decir que se “saltan” el paso de larva o gusano, una fase vital que sí presentan otros insectos (mariposas, mariquitas y moscas, entre otros). Aun así, las ninfas deben mudar su exoesqueleto 5 veces para alcanzar el estadio adulto y reproductivamente viable.
La muda es el proceso más delicado para todo insecto. En ella, los pequeños saltamontes deben separarse de su esqueleto externo y sintetizar uno nuevo para poder seguir creciendo. Los ejemplares recién mudados son frágiles y su cutícula debe endurecerse con el tiempo. Este proceso requiere de humedades relativas elevadas en la mayoría de los casos.
En el último estadio los saltamontes desarrollan las alas. De esta forma, se puede saber más o menos la edad de un adulto por la presencia de estas estructuras en su región dorsal.
Conocer cómo nacen y se reproducen los saltamontes es esencial para acabar con las plagas agrícolas, pero también para entender el funcionamiento de los ecosistemas. Estos invertebrados son la base alimenticia de muchísimos animales (micromamíferos, reptiles, anfibios, pájaros, arácnidos, peces y más) y es esencial preservarlos para mantener las cadenas tróficas ambientales.
Bibliografía
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