Fiebre del Nilo Occidental en caballos: síntomas y prevención
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La fiebre del Nilo Occidental en los caballos es provocada por un virus y se transmite a través del piquete de ciertos mosquitos. Esta enfermedad es específica de las aves, aunque los humanos y los equinos también pueden contraerla. La mayoría de los individuos afectados exhibirán síntomas leves, pero algunos cuantos podrían desarrollar un cuadro clínico severo y letal.
Este padecimiento no se puede contagiar de manera directa, pues necesita de un insecto que funcione como su transporte (mosquito). Debido a que la transmisión depende de este vector, los casos de la fiebre del Nilo Occidental aumentan durante los meses más calurosos del año. Sigue leyendo este espacio y conoce cómo afecta esta enfermedad a los caballos.
¿Qué es la fiebre del Nilo Occidental?
La fiebre del Nilo Occidental es una infección vírica transmitida por los mosquitos del género Culex y Aedes. Las aves silvestres son los hospederos naturales de la enfermedad, aunque los humanos, caballos, burros y las mulas se pueden contagiar de manera accidental. De hecho, cualquier mamífero es susceptible a la infección, solo que la mayoría es capaz de combatirla sin problema.
Según The Center for Food Security & Public Health de la Universidad de Iowa, el 80 % de los humanos infectados son asintomáticos y únicamente el 1 % presenta síntomas graves. Se han registrado casos en cocodrilos y equinos, además de varias aves salvajes y domésticas. El virus se puede encontrar en casi cualquier parte del mundo y existe una gran variedad de cepas diferentes.
Mecanismo del contagio
La fiebre del Nilo Occidental se mantiene de manera natural entre aves y mosquitos. Esta interacción ocurre durante todo el año y aumenta la población de pájaros infectados con la enfermedad. Gracias a esto, se crea una especie de reservorio que le permite al virus sobrevivir durante mucho tiempo.
El problema se presenta cuando un mosquito que es capaz de alimentarse de mamíferos y aves se infecta al entrar en contacto con un individuo enfermo. En consecuencia, existe una alta probabilidad de que el insecto contagie la enfermedad a otros animales diferentes al hospedero natural. Es en este momento cuando aparecen las infecciones accidentales en humanos y en caballos.
Síntomas de la enfermedad
La mayoría de los equinos son asintomáticos. Sin embargo, la letalidad es cercana al 40 %, por lo que los síntomas pueden servir como indicativo de un caso severo. A partir del piquete del mosquito los signos de alerta aparecen de 3 a 15 días después. Entre los más frecuentes se encuentran los siguientes:
- Anorexia.
- Depresión.
- Ataxia (dificultad para coordinar movimientos).
- Debilidad al moverse.
- Parálisis de una o varias extremidades.
- Rechinido de dientes.
- Edema facial severo.
- Confusión.
- Convulsiones.
- Marcha en círculos.
- Temblores en el músculo facial y el cuello.
- Dificultad para deglutir.
- Somnolencia.
- Períodos de hiperexcitabilidad.
Aunado a lo anterior, los caballos también se vuelven susceptibles a infecciones secundarias. Estas son las principales causas de que los ejemplares mueran de manera espontánea. En ciertas situaciones incluso es necesario sacrificarlos por razones humanitarias.
¿Quién es el agente causal?
El virus que ocasiona la fiebre del Nilo Occidental pertenece al género Flavivirus, el cual se agrupa dentro de la familia Flaviviridae. Es parte del mismo grupo que los virus del dengue, el zika, la fiebre amarilla y la encefalitis japonesa. La mayoría de ellos comparten la característica de que solo son transmitidos a través de artrópodos (vector).
Este agente patógeno fue asilado por primera vez en el distrito de Uganda en 1973, pero fue importado a América en 1999. Los brotes se volvieron críticos y se expandieron a más países, lo que ocasionó que aparecieran diversas cepas. Por si fuera poco, las rutas migratorias de las aves propician aún más la dispersión de la enfermedad.
Diagnóstico
El diagnóstico de los caballos infectados se comienza con el análisis de los síntomas. Las afectaciones neurológicas ocasionan un cambio evidente en el comportamiento, por lo que es fácil tener indicios de la presencia del virus. Aun así, para completar el diagnóstico es necesario utilizar pruebas clínicas que detecten la presencia del proceso infeccioso.
Existen 3 pruebas principales para identificar la presencia de la fiebre del Nilo Occidental en caballos. Cada una de ellas se describe a continuación:
- Medición de la concentración de anticuerpos (prueba ELISA): se mide la presencia de la inmunoglobulina M (IgM). Cuando el cuerpo pasa por una infección, estas moléculas se incrementan.
- Análisis del fluido cerebroespinal: se realiza un conteo de células mononucleares. Ante procesos infecciosos la cantidad de estas células aumenta.
- PCR-RT: la reacción en cadena de la polimerasa permite identificar la presencia del material génico de origen vírico. Este proceso se hace con las muestras de fluido cerebroespinal y es la más precisa hasta el momento.
También es posible intentar el aislamiento del virus a través de muestras sanguíneas o fluido cerebroespinal. Esto también confirmaría el diagnóstico de manera simple y directa. Sin embargo, suele evitarse por las medidas de bioseguridad requeridas para llevarlo a cabo.
Tratamiento
Los tratamientos consisten en controlar los cuadros clínicos que afectan a los caballos. En la actualidad, no existe algún medicamento específico que cure de manera eficiente esta enfermedad. Los analgésicos, los sedantes y los antiinflamatorios son los principales fármacos recomendados para tratar la situación.
Los caballos que contraen la fiebre del Nilo Occidental comienzan a presentar mejoría alrededor de 7 días después del inicio de los síntomas. La mayoría se recuperará por completo, pero entre el 10 y 20 % exhibirá secuelas como debilidad en las extremidades, pérdida de la resistencia física y alteraciones del comportamiento.
Vacunas preventivas
Aunque no existe un tratamiento eficaz para la fiebre del Nilo Occidental, sí existen vacunas efectivas que reducen la cantidad de casos severos en caballos. Este método preventivo se basa en la administración de una cepa del virus inactivada, la cual permite que el sistema inmunitario se prepare para la infección.
La vacuna es administrada vía intramuscular y requiere de dos dosis. El lapso entre cada inyección es de entre 3 y 6 semanas. Sin embargo, después de la última aplicación se debe esperar un mínimo de 6 semanas para que el caballo se vuelva inmune. Esto se debe repetir de manera anual justo antes de empezar la temporada de mosquitos.
Los caballos pueden sufrir consecuencias graves por padecer la fiebre del Nilo Occidental. Por esta razón, la mejor opción es prevenir por medio de las vacunas y así lograr evitar los casos fatales. Recuerda que las medidas de prevención no solo ayudan a los animales, sino que también reduce la posibilidad de que los tutores se contagien.
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